domingo, 16 de marzo de 2008

La mariposita

Una linda mariposa de lapislázuli está posada en un iceberg. Su azul eléctrico combina de maravilla con los infinitos matices blanquiazules del hielo. Tiene tanto frío que ha quedado paralizada dentro de una pequeña caverna. Diríase al verla que entró en estado de hibernación para despertar en primavera convertida en libélula.
El iceberg se desplaza como tantos otros hacia su propia destrucción, hacia aguas templadas. Lo lleva la corriente. A pesar de su inmenso tamaño, no puede evitar ser llevado por la corriente. Las aguas del océano en este punto son negras y ociosas; las olas, de vaivenes suaves; el viento murmura nombres fantasmas que sólo las aves sienten, sin oír. Para ellas los nombres son un roce, no conceptos ni emociones. Eloísa es sólo una onda grave que baila sobre la espuma que levanta el viento. Abelardo es un silbido agudo y más largo, que hiere el plumaje de los animales voladores. Celos, una onda rápida. Mensaje, una onda monótona. Te espero son dos ondas graciosas. Colcha rosada es como una onda de circo. Mutilación es la locura y el paso a otra dimensión: vislumbrar la poesía de la muerte.
Un rompehielos se recorta a lo lejos, en el horizonte confuso. Se escuchan órdenes, una sonajera de metales que chocan en la cubierta, una cuchara tocando una taza de té con limón. Los marineros están sumamente tristes porque llevan meses vagando en el océano y no tienen para cuándo volver. Algunos piensan que jamás volverán. Otros piensan que están muertos y que están soñando que están vivos. El capitán mira con su catalejo para combatir el tedio -creen los marineros- pero es para combatir la angustia de la ausencia de la tierra firme. Su catalejo enfoca el iceberg y la cavernita donde reposa la mariposa de lapislázuli. Se maravilla el capitán de tal descubrimiento y le surge el deseo irracional de volar hasta el sitio y tomarla con sus manos para llevarla a casa, de recuerdo.
El rompehielos corta y corta blancos bloques, las aspas de la hélice rotan y rotan venciendo la fuerza del mar. Nada se puede hacer. El capitán mira con su catalejo y de sus ojos brotan lágrimas que pueden deberse bien al insoportable frío, bien al peso del recuerdo.
La vida en un momento fue otra, recuerda el capitán, tal vez hace dos meses era otra vida, tal vez cerca del Polo las cosas eran de otra manera o tal vez eran de otra manera porque el tiempo era otro, no es para ponerse triste, piensa, con la vista clavada en la mariposita, pero he aquí que las lágrimas se transforman en un extraño ataque de llanto que los marineros no pueden dejar de advertir, con perplejidad. El hombre de hierro está llorando a mares.
Temen lo peor.
Los pájaros vuelan en bandadas y el cielo oscurece a su paso. Las olas van y vienen sin un ruido.
No hay un solo ruido en el océano.

1 comentario:

S. M. L. dijo...

Rescato los 3 Comments originales:
mentecato said...
Extraordinario, gran maestro. Buenísima pluma. Aunque no lo crea, dr. Vicious, usted se maneja en la poesía de la palabra.

Un abrazo.

12:50 AM
Lila Magritte said...
Sí, estoy de acuerdo. Nada más que agregar. Es bueno este doctor.

Mis saludos.

6:53 PM
Therese Bovary said...
Me gustan tanto las mariposas!!!!

12:04 AM