jueves, 20 de marzo de 2008

El mirlo en problemas

Hallóse en problemas el mirlo al coger un libro escrito en el idioma del loro. Vivían en regiones diferentes; el mirlo en tierras bajas, en loro en bosques al pie de la montaña.
El libro se trataba de un ave que desde su rama miró hacia arriba y vio a otra ave que volaba muy alto en el cielo y al verla volar tan alto sentía curiosidad y envidia. Bloqueadas las zonas del cerebro que les dan fluidez a las lecturas y sin diccionario al que acudir, malentendió el mirlo un par de palabras del texto y otro par se le fue en collera, de modo que el argumento que le entró en la cabeza fue este otro:
Un pájaro buscaba en las cosas la razón de la vida, en lo más profundo del paisaje, en los silencios de las montañas nevadas y en las vírgenes tinieblas de las aguas del mar. Situado por Dios en este último lugar, al que jamás hubiese podido acceder por sus propios medios, logró encontrar lo que buscaba y se sintió feliz. Quedó paralizado ante la esencia que no se vertía sino que se aislaba, se confinaba en el núcleo del agua marina, y disfrutó de la verdad. Pasaron diez minutos y el ave no se movía. Pasó media hora y el ave no se movía. Pasó una hora y cuarto y se cansó, comenzó a inquietarse. Cuando la verdad se le hizo insoportable retornó a su rama.
De esta mala lectura sacó el mirlo la siguiente enseñanza:El Todopoderoso puede ser nombrado de muchas maneras. Dios, Júpiter, Yahvé, Neptuno, Tláloc, Belenus, Sakpata, Horus. Si un ave cree en Yahvé y le reza a Neptuno comete herejía. Se le debe rezar a la imagen que cada ave guarda de su Dios. Si fue escuchada la plegaria es que el ave se lleva bien consigo misma, con la divinidad que hay en ella: he allí la razón de la vida. Pero si no cree en nada, entonces debe buscar la verdad en el paisaje.

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