jueves, 20 de marzo de 2008

El gato y el camello

Un gato que vivía en el altiplano dignose a bajar a la playa y allí se encontró poco antes de las seis de la tarde con un camello que comía de un fardo. El gato, que no estaba acostumbrado al nivel del mar, comenzó a sentir escalofríos.
Era de nacionalidad boliviana.
Corría de allá para acá y veía visiones. Al camello le vio cuatro jorobas en vez de dos. El mar se le antojó el gran lago Titicaca, pero al beber de sus aguas vomitó instantáneamente. El camello comía con los ojos entornados y ni siquiera lo miraba. Era un camello de verdad, no una llama ni una alpaca, como pudiera creerse: pertenecía al circo Los Tachuelas, que andaba de gira por el norte.
El gato hiperkinético se puso a hacer ejercicios. Pensó que así disminuiría su exceso de energía y volvería a sentirse como antes; o sea, bien. No sospechaba que los minutos que le restaban a su vida sumaban un solo dígito. Antes de la puesta de sol su alma felina estaría correteando de nervios por el valle del Hades.
El camello giró el cuello y lo vio.
-Qué haces.
-Ejercicios... brrr... tengo tercianas.
-Cómo se llama ese ejercicio.
-La tijera.
-Y ese otro.
-La bicicleta.
-Por qué hablas tan cantadito.
-Es que soy de Oruro. ¿Y tú de dónde eres?
-Yo soy de Egipto, pero tengo doble nacionalidad.
-¿Y qué pasaporte usas?
-Chileno. Menos problemas a la hora de subir al avión.
-¿Que viajas en avión?
-Cuando hay dinero. Pero he viajado una sola vez. A Lima. Nos fue bien. Acércate un poco.
El gato se acercó y el camello lo partió en dos de una sola dentellada. Mientras trataba de entrarse las vísceras protestó a viva voz:
-¡Por qué has hecho eso, infeliz, si eres vegetariano!
El camello contestó:
-Una vez a las mil me doy un gustito.

No hay comentarios: