miércoles, 19 de marzo de 2008

Historia de la serpiente que se comió la cola

Desde chiquitito he renegado intensamente de la fama pero la anhelo con desmedida pasión. En mi escudo de armas se puede leer el siguiente lema: “El que da sorpresas”. Pero si la fama tocase a mi puerta dejaría de ser quien soy y por lo tanto el motivo mismo por el cual me haría famoso pasaría a ser para mí objeto de desprecio. En ese mismo momento renegaría de mi memoria y ahí ya no habría nada más que hacer.
No pertenezco a esta trama. Ni al derecho ni al revés. Es un principio que mantengo, cueste lo que cueste.
Pero ya que se me ha concedido este pequeño espacio quiero aprovecharlo para contar la historia de una serpiente que se comió la cola. Sucedió en el Amazonas y la noticia me llegó por el cable, como se decía antes. Una serpiente coral saltó de la hierba y quiso hundirle sus colmillos a un nativo, pero el hombre llevaba un alambrito y engañó a la serpiente de tal modo que al moverlo velozmente en el aire en dirección contraria a la dirección del mordisco la serpiente se mareó y se fue de hacha a la cola y se la comió. La cola se separó del cuerpo y dio de latigazos, uno de los cuales golpeó en la cabeza a la propia serpiente. La bestezuela perdió el conocimiento y quedó tumbada en la hierba. El nativo la recogió, hizo un lulo con un pañuelo y la llevó a un laboratorio, donde fuera de un TEC simple se constató que no se trataba de una serpiente coral sino de una rara especie de lagartija sin patas, que el mundo científico bautizó como liolaemus cucú. Doble paradoja: debido a su rareza fue sacrificada para ser sometida a estudios.

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