jueves, 20 de marzo de 2008

El toro, la lechuza y la chibiricoca

Daba cornadas el toro al tronco de un árbol de la hacienda de su amo hasta que cayó de la rama una lechuza. Arrepentido de las consecuencias de su cólera sintió piedad por el ave, que aleteaba en la tierra sin poder levantar vuelo.
-Afírmate de mi anillo y ponte de pie nuevamente -le ofreció. La lechuza aprovechó la ayuda de buena gana.
-¿Por qué hacías eso?
-Hacer qué.
-Por qué corneabas el tronco.
-Mi amo me encerró en este corral.
-¿Y por eso tenías rabia?
-Sí, y porque no me salen las cosas.
-¿Y por qué no te salen las cosas?
-Porque no me salen.
-¿Qué edad tienes?
-Qué sé yo.
-¿Tienes novia?
El toro, imbuido aún por la culpa de haber sacado a la lechuza de su rama, aceptó pasearla por el corral en su gran cabeza, pero ya eran demasiadas las preguntas que le hacían. Además, el corral no ofrecía más variantes que el tronco del árbol. Todo lo que no fuese dar cornadas aburría al cuadrúpedo. La lechuza, ignorante de ese raciocinio nacido de las sensaciones y las ideas fijas, parecía sentirse bastante mejor que antes, montada en un toro que inspiraba respeto. Por ella habría cambiado para siempre su casa en la rama por la frente del toro.Pero acontecieron nuevos sucesos que habrían de reorientar el destino de esta fábula.
-Deja que la historia siga su curso y no pretendas conducirla -le propuso la lechuza, abriéndole la puerta del corral.
Maravillado, a la vez que asustado, el toro se abandonó a la sensación de vagar por el campo con la lechuza medio a medio de sus cuernos. Al verlo en libertad se le acercó una chibiricoca. Era ésta una especie sumamente voluntariosa y antojadiza.
-¡Hola, buen mozo!, ¿me llevas?
-¿Que no ves que voy con una lechuza?
-Puedes llevarnos a las dos. Nos vamos a portar bien.
-Bien, sube. ¡Pero sólo por esta vez!
-¡Ay, señor Toro! ¡Usted no cambia!
Toro, lechuza y chibiricoca se internaron en el bosque y allí retozaron. Cuando llegó la noche y vio que dormían, el toro las dejó abrazadas en un colchón de hojas y huyó en puntillas. Al salir del bosque aceleró la marcha para estar dentro del corral antes del amanecer. Le había gustado la aventura, pero echaba de menos las cornadas y sobre todo las razones que lo instaban a emprenderlas contra el árbol.

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