jueves, 20 de marzo de 2008

El grillo, el toro y el ornitorrinco

Pastaba un toro en los campos del sur cuando se le alojó un grillo en la oreja. Comía en exceso el toro y el grillo le hacía cri-cri. Miraba el toro a las vacas y el grillo decía cri-cri. Bebía unos tragos de más el toro y el grillo le hacía cri-cri. Quería echarse el toro a dormir en la noche de luna pero el grillo le hacía cri-cri.
-Qué molesto este pitito que tengo en el oído -se decía.Aguantó hasta que pudo. Cuando no pudo más se dijo:
-Mañana mismo iré a verme la oreja.
Al día siguiente leía la revista Cosas en la sala de espera del doctor Ornitorrinco. La secretaria lo hizo pasar luego de un buen rato. Tras los saludos de rigor, el toro echó afuera:
-Tengo un pitito en el oído, doctor.
-A ver a ver. Momentito, espere usted. Voy a examinar.
El viejo galeno le introdujo una pinza que hizo saltar a su paciente. Luego de un momento exclamó:
-¡Pero si es sólo un grillito!
Erradicado el majadero cri-cri, el toro se sintió dichoso. El doctor Ornitorrinco se complacía de su hallazgo.
-¡Mírelo como patalea el pobrecito! Le habrá estado limpiando la conciencia, porque ya le llevaba comido medio cerebro.
No más escuchó a su médico el toro decayó de ánimo. (Con la mitad de cerebro que le quedaba razonó: si el grillo sigue comiendo llegará al último seso y aquello aliviaría males que antes no pensaba que tenía, pero ahora sí. Y ya que esta paradoja me pone entre la espada y la pared, la verdad es que prefiero el pitito). De modo que le dijo a su doctor:
-¿Puede hacer que el grillo coma hasta dejarme el puro seso del instinto?
El doctor se encogió de hombros:
-No hay quien entienda a los toros, ya me lo había advertido mi mamá.

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