lunes, 6 de septiembre de 2010

Las vacas, rumbo al matadero

Cuando las vacas entraron en fila al matadero, una de ellas levantó la vista al sol y quedó ciega, al menos eso creyó, pues de pronto no vio nada; otra se miró el barro en las patas y quiso sacárselo para presentarse limpia a los ojos de Dios, así le habían enseñado. "Si todas marchamos a un tiempo hacia atrás, no se notará que estamos escapando", propuso la que encabezaba la hilera, pero nadie le hizo caso, estaban resignadas. O más que resignadas, vivían la comodidad del desplazamiento y de sólo pensar en andar para atrás... salirse del plan es mucho trabajo, no es para nosotras, gran trato se nos dio y no es que no desconfiemos, en el fondo es que aceptamos y el miedo es un instinto que venceremos con la fuerza de la voluntad.
Las vacas les ofrecen su carne a sus hermanos mayores, son como Jesucristo, se echan encima el pecado de la humanidad, sobre todo el de la gula.
¡Adelante, Juana! (Matilde apura la cola que tiene enfrente).
-¿Dónde nos llevan?
-Adelante, Juana.
-Y el campo, Matilde, qué se hizo.
-Ya nunca más. A tus ojos vedado.
-¡Por qué! ¡Me gustaba!
-Porque sí.
-Que mala eres. Deseas que me vaya mal.
-¿Recuerdas cuando los camiones hacían sonar sus bocinas en la carretera?
-¡Sí! Los recuerdo como si estuvieran pasando delante de mí.
-Esas bocinas no las volverás a escuchar.
-¡No quiero!
-Las campanas de la iglesia luterana tañían a las seis de la tarde. ¿Recuerdas?
-Me nublaban los ojos y me hacían llorar, parecían la metáfora de un lamento vespertino. Y las teníamos a no más de mil metros del establo. Nos dormíamos rezando y nos deseábamos el bien.
-Ya no doblarán las campanas, ya no habrá más vísperas.
-¡No, no digas eso!
-Sí, Juana, nos llevan al matadero.
-Qué es un matadero. Me da miedo...
-Un lugar sombrío y húmedo.
-¿No hay pasto, no hay fardos, no hay robles de ancha copa que nos protejan de la lluvia y del calor?
-No.
-¿Y mis hijos, Matilde? ¿Qué será de ellos?
-Ellos oirán esta tarde las campanas y se acordarán de ti.

1 comentario:

La Lechucita dijo...

Me recordó un cuento de "Clarin" en que unos niños tenían que llevar a vender su vaca para no morir de hambre.

Un abrazo