jueves, 8 de abril de 2021

El camaleón y la libélula

La selva llamó a un concurso de poesía. A la final llegaron dos: la libélula y el camaleón. Integraron el jurado el elefante, la mariposa, el búho, la cigarra y el mosquito. El león maldijo el evento, lo llamó "reunión de mariquitas" y se fue de vacaciones a la playa.
Declamados los poemas, la selva aplaudió al viejo camaleón con cortesía y cayó rendida ante los versos de la grácil folelé. El jurado se retiró a deliberar a la guarida de los lobos, que por esos días, agazapados en lo más alto de la nieve de los montes, huían de la peste que azotaba a la región. 
Lo primero que tuvieron en cuenta los miembros del jurado fue la edad de los finalistas y lo segundo, la calidad de su trabajo. Dijo el mosquito que el ganador debía ser sin duda alguna la grácil folelé, por su innovadora poesía. Seleccionó de su lírica estos versos para convencer al resto: 
Dos más dos son cuatro
Cuatro y dos son seis
Seis y dos son ocho
Y ocho dieciséis
Sin restarle crédito al poema, el elefante argumentó que el meollo del asunto, la verdadera disyuntiva, consistía en dirimir si la juventud de la grácil folelé le aseguraba futuros esplendores y la vejez del camaleón lo condenaba al rincón de la memoria. Observando el poder de la experiencia aludió al canto del cisne y a los resplandecientes atardeceres del otoño, lo que halló resistencia en la mariposa y la cigarra, fanáticas del trillado carpe diem. El búho, que tendía a inclinarse a favor del camaleón, citó estos versos del finalista del concurso:
El siete es un sereno con gorro y con bastón
El ocho son las gafas que usa don Simón
El nueve es un globito que pende de un hilito
El diez es un soldado que lleva un gran melón
Tras cuatro días de áspero debate emergió el jurado de la guarida de los lobos y dio a conocer su decisión. La ganadora era la grácil folelé.
La selva gritaba de entusiasmo, pero al momento de subir a la tarima llegó solamente el camaleón, dispuesto a recibir el premio de consuelo. El búho, que no por nada ha tenido siempre fama de sagaz, lo increpó:
-¡Saca la lengua, infeliz!
Avergonzado de su impúdica conducta, el camaleón desenrolló su órgano muscular, donde yacía la grácil folelé.