domingo, 12 de diciembre de 2021

El hada y la lechuza

Una lechuza lloraba en el bosque; su chirrido era tan lastimoso que a los demás animales se les encogía el corazón.
La lechuza está llorando, qué quedará para nosotros, suspiraba el ratón.
Será en señal de duelo o por la pérdida de un amor, le dijo la coneja a su marido el conejo.
La lechuza se despedazaba el cuerpo con el pico y la sangre brotaba de su pecho.
Un hada a la que un anillo le había concedido el poder de interpretar el lenguaje de los animales se acercó al peumo donde se posaba el ave y le rogó que no se hiciera más daño y le revelara la causa de su llanto. Al borde de la muerte, la lechuza cayó desplomada y el hada la recogió en sus brazos. Cuando recuperó el conocimiento, la lechuza así le habló:
Te contaré a ti estas cosas, princesita, porque la nobleza de tu corazón está a la vista. Lloro porque alguien del que esperaba demasiado dejó incompleto uno de sus cuentos más bellos, despreciando mi destino, así como el de mi amado. 
No llores más, le pidió el hada.
Mi amado me sedujo con su noble estilo; se envolvía de modales sencillos, del color de la honradez, hasta tal punto que nadie hubiese podido pensar que su actuar no era otra cosa que falsía. De la misma forma que la serpiente se esconde entre las flores esperando el momento de atacar, igual hizo este impostor. Y de la misma forma que un sepulcro es hermoso por encima, mientras se sabe que abajo un cadáver se está descomponiendo, igual era este hipócrita: ardiente por fuera y glacial por dentro. Así, le concedí mi amor. No pasó más de un año antes de que se marchase, y no hace falta subrayar el dolor que me causó. No soy capaz de describirlo, pero te diré una cosa: me demostró en qué consiste la condena a muerte. Así avanzaba mi tragedia en el momento en que fue interrumpida, doble razón para mi llanto.
El hada la depositó a los pies de su cama, en un cuarto envuelto de terciopelo azul, le curó sus heridas y se marchó a sobrevolar la fronda.
Cuando los brotes de la primavera animaron al bosque y las lluvias devinieron en rocío volvió el hada donde la lechuza, le abrió de par en par las ventanas de su nido y esto le dijo:
Ya deja de sufrir por el apagón de un plagiador y lánzate a volar hasta que tú misma escribas la última palabra de tu cuento.