sábado, 17 de enero de 2009

El esqueleto, la Calavera y el gusano

Díjole un esqueleto a un gusano:
-Te compadezco por vivir como vives.
Reaccionó el gusano:
-¡Por qué! -y se hundió en la tierra.
Pronunció entonces el esqueleto un soliloquio, para lo cual puso en la mano derecha su propia calavera, hincando con vigor la rótula izquierda en la húmeda tierra. La voz le salió desde la primera cervical; de allí el tono A lo Don Miguel de su discurso.

Ay, la muerte
Que a todos espanta
Mas no a mí
Qué más digo
Ah, ya sé
Que a todos espanta
Mas no a mí
Pero eso ya lo dije
No importa
Wismolbordisney
Neverlestingou
Cuárez
Cossi Cossi
Estoy haciendo tiempo

Oh, el tiempo, de qué me vale
De qué me vale el pasado
De qué me vale el futuro
Si sólo tengo el hoy
Si sólo vivo el hoy
Así es la muerte
Eterno presente
Lo que no pasa
¿Dije algo acaso? ¿Hablé recién?
No recuerdo nada
¿Qué diré mañana?
Lo ignoro
Sólo sé que estoy preso para siempre
En el eterno presente
De este simbólico esqueleto

Oh Calavera
¿De qué color fue la carne que moderó tus rasgos?
(Voz de Calavera)
No tengo la menor idea
¿Moriste de muerte natural, te atravesó una espada?
(Voz de Calavera)
No estoy ni ahí
¿Te llamaron cómo?
(Voz de Calavera)
Moya
¿Eras bonita?
(Voz de Calavera)
Bonito, gil
¿Que tuviste diuca?
(Voz de Calavera)
Mira pabajo
No puedo, oh Calavera
Pues mis ojos perdí
En tus órbitas se alojan
(Voz de Calavera)
La diuca ya no importa en nuestro mundo
Pa que sepí
El pico no tiene hueso

Oh Calavera qué tormento
Preso para siempre
En el eterno presente
Sin temerle a nada
Sin jamás saber
Sin la esperanza de saber...
Si Pamela Díaz volverá con Manolito Neira
¡Si lo perdonará!
(Voz de Calavera)
Esas son las cosas del Hombre
Quédate con las cosas de Dios
Tranquiléin John Wayne

Oh Calavera
Me distraes
Deshonras mi soliloquio
En diálogo lo tuerces..."

En eso el gusano sacó la cabeza de la tierra y dijo:
-¡Levanta la rodilla, que me estái aplastando!

martes, 13 de enero de 2009

El perro, la jueza, San Pedro y Dios

Compareció el perro ante la jueza. Antes de hacer uso de la palabra pidió que le aflojaran los grilletes; la jueza dio su visto bueno y leyó la acusación, pero nunca lo miró a los ojos. El perro tomó aire y alegó como pudo, porque en esos tiempos los perros no tenían derecho a un abogado defensor. En su lenguaje trató de decir que las acusaciones eran falsas, ya que sus correrías por el mundo sólo habían obedecido a pie juntilla las normas que dictaba la vida natural. Pero lo dijo tan mal que a la jueza la sentencia se le hizo fácil. Fue condenado a salir en los diarios y a leer en voz alta el "Manual del buen vivir en sociedad" los primeros domingos de cada mes por el resto de su vida, por los siguientes cargos: homicidio con alevosía y por el solo gusto de matar de 14 (catorce) ejemplares de felis silvestris catus, mamífero también conocido como gato doméstico; violación de 7 (siete) especies cánidas menores de edad, violación de 14 (catorce) especies cánidas de razas notablemente menores en tamaño, abandono de 6 (seis) cachorros presumiblemente suyos a pocos días de nacer, exhibicionismo lascivo en la plaza pública, ofensa al pudor al mandarse al pecho en distintos momentos de su vida a 167 (ciento sesenta y siete) perras que vio en la calle, robo con violencia de 1 (un) hueso de pernil desde una casa del vecindario, hurto de 1,1 kg. (un kilo cien) de posta negra, ladrido en horas de la noche, depósito de mojones (número indeterminado) a diestra y siniestra en sectores no autorizados, participación en categoría de líder en desorden perruno con grave daño a la propiedad pública durante un desfile militar.
El perro aceptó todos los cargos menos el de los cachorros y exigió prueba de ADN, que le fue negada. No vivió mucho tiempo, pues falleció de una brusca hemorragia digestiva.
Quiso el destino que por esos mismos días la jueza también falleciera, víctima de un conductor que no respetó un disco Ceda el paso.
Cuando llegó a las puertas del Cielo miró por el ojo de la cerradura y vio al perro corriendo por los prados del paraíso, lo que le llamó mucho la atención. En ese momento el ojo se tapó porque justo San Pedro metió la llave y abrió las puertas de par en par. La jueza ingresó como Bette Davis, poco menos que pidiendo alfombra roja. San Pedro la hizo pasar a una sala de espera y luego de 3.455 (tres mil cuatrocientos cincuenta y cinco) años volvió para darle la mala noticia. Le explicó que Dios estaba "algo ocupado", pero que había dejado un papelito para ella. Sin mirarla a los ojos leyó lo que sigue:
"Señora jueza, pues la han llamado Señora, no voy a cambiar las cosas en este momento, aunque ¿qué me dice de la Sucursal? ¿O no estaba en sus tablas de la ley?
"Sus fallos fueron justos, está bien, lo concedo, pero yo, ¿dónde estaba mientras usted se andaba paseando por el mundo como Pedro por su casa? ¿Señora? ¡Ja, bájate Pacheco!
"Le voy a decir una sola cosa: usted se enamoró de Dios pero le tuvo miedo, ¿y sabe a qué le tuvo miedo? No fue a mí, como usted piensa: usted le tuvo miedo al amor. No se atrevió a acercarse al amor porque creyó que si se le acercaba demasiado el amor la rechazaría y usted se quedaría sola, sufriendo penas de amor. Entonces eligió ser buena juzgando a los demás".
La jueza terminó de escucharlo con las manos cruzadas sobre su falda gris. San Pedro abrió la puerta y la mandó al infierno de una chuleta en la raja.

martes, 6 de enero de 2009

La vaca que ríe

La vaca que ríe es una especie inventada. Se trata de una figura alegre, pero en el fondo los hombres la usan como carnada en los supermercados. Compite con conejos, gatos, perros, lauchas, arañas, pulgas, moscas y cucarachas. Los supermercados están llenos de figuras de animales. La vaca que ríe es la más buena. En segundo lugar está el perro hambriento que sonríe. En tercer lugar está el gato minino. En cuarto lugar se halla el conejo. Las lauchas se encasillan solas en la categoría de pobres víctimas, a las cuales da no sé qué matar. Las moscas, pulgas, arañas y cucarachas son malas de frentón y hay que eliminarlas sin piedad.
La vaca que ríe rumiaba en el prado cuando llegaron los señores de la publicidad.
-¡Eh, ahí está!
Fueron por un camión y la subieron. La vaca que ríe dijo:
-¿Me permiten una palabrita?
Los señores de la publicidad le contestaron:
-Te quieres pasar de lista. Ríe tranquila no más. Te necesitamos para paliar la crisis.
-Una sola palabrita.
-Bueno, pero que sea una sola.
Entonces la vaca que ríe habló y esto fue lo que dijo:
-Yo hasta hace cinco minutos era una simple vaca que reía. Hay veces en que mi imaginación, que es poderosa, se agota y entonces no me queda más que reír y reír. Así se han hecho ricos conmigo. Pero ahora, en el prado, mientras comía y comía y comía pasto, se me ocurrió que los vacíos de la mente no existen, de lo cual desprendí que la imaginación no se agota y que la vida es como un solo de jazz que los músicos tocan cada cual a su modo. Los más aplaudidos son los que tienen la capacidad de ir sumando ideas, aunque también he notado que son bastante aplaudidos los que se dan vuelta toda la vida en dos o tres ideas. De este modo fue que concluí que si reía era por imitación o tal vez por remembranza. Por lo tanto... por lo tanto... quiero comer más pasto.
Los señores de la publicidad se abrazaron y se echaron a llorar a moco tendido.