martes, 14 de septiembre de 2010

La oruga y las mariposas

La oruga no podía desplazarse de su rama, vivía atada a las hojas, que iba devorando una por una; apenas intentaba aprender algo nuevo se le venían ideas a la cabeza, que en vez de arrojar luces anudaban aún más su alma. Dichos nudos no eran malos en sí mismos y constituían su esencia. Versaban acerca de las más diversas fantasías, inocentes y perversas. Cuando era pequeña e iba al colegio sus maestros le decían que padecía de un mal llamado déficit atencional. Ya mayor se dio cuenta de que su vida entera sería una conversación consigo misma, atando y desatando nudos. En el anfiteatro levantado dentro de su cabeza se hallaba sentada ella sola, contemplando la función con los ojos bien abiertos. Las obras se repetían una y otra vez; era raro que se anunciase estrenos y cuando los había y eran aplaudidos se integraban de inmediato al repertorio. Si no gustaban eran dejados de lado, como les sucede a los autores de obras fracasadas.
Los nudos tendían a complicarse cada vez más. Había algunos que sorprendían a los mismos marineros que se inventaba la oruga para acentuar su vanidad. Sin embargo, nada realmente original y bueno salió jamás de ellos y bien podría considerarse que su vida fue una pérdida de tiempo, de no mediar que a su muerte brotaron de sus restos bellas mariposas que le dieron al mundo nuevas luces.

1 comentario:

Anónimo dijo...

!Qué esperanzador!

Un abrazo