domingo, 19 de mayo de 2013

Asamblea anual de hormigas


Las hormigas, que eran miles, pero invisibles bajo la hojarasca, habían  logrado sortear el último peligro, no sin sufrir bajas ni daño estructural. Debieron reorganizar la colonia y subir de nivel el trono de la reina, para lo cual clausuraron túneles, abrieron otros y redistribuyeron las funciones de obreras y soldados. Los heridos  terminales fueron muertos y los muertos, enterrados. En suma, se hallaban débiles, pero al mismo tiempo enérgicas. Comenzaban a vivir un nuevo ciclo.
Hacían las cosas de una sola manera; esa era la base de su éxito en el gran mundo.
Nunca tuvieron demasiado, jamás lograron construir imperios, mas hasta ahora no se puede decir que hayan sufrido ni siquiera una vez la humillación de habitar en poblaciones callampas.
El hormiguero, intranquilo ante la derrota pasajera, convocó a su reunión anual. Entre la serie de iniciativas predecibles una hormiga flacuchenta alzó la voz y gritó ¡revolución! Argumentó que la solución de los males de la hormiga en la faz de la tierra sería hacer las cosas al modo del hombre, y dio numerosos ejemplos del boato y esplendor de la raza humana.
Su arenga no duró ni cinco minutos. El hormiguero confundió su retorcida inteligencia con la irrupción del Ángel de las Alas Rotas, tan anunciado en las sagradas escrituras de la especie. Fue condenada a morir asada a fuego lento, y sus hermanos y hermanas le devoraron las entrañas.

sábado, 16 de febrero de 2013

El lobo quitado de bulla

En los inviernos, especialmente aquellos más duros, los animales de la selva se ven obligados a vivir hacia adentro. Pasan sus días durmiendo en madrigueras o bajo un refugio improvisado y muchos se proporcionan abrigo entre ellos. Un edicto que lleva la firma de un búho muy respetado por las enciclopedias declara suspendidas las leyes naturales hasta el comienzo de la primavera; así nadie se come a nadie y la fauna se protege de sí misma. Los que no logran conciliar el sueño peregrinan hacia cuevas gigantescas, donde a la luz del fuego que alumbra y calienta los huesos sacan a relucir viejas leyendas.
Así fue como llegó a nuestros oídos la historia del lobo quitado de bulla, contada por un oso harto de su obligada hibernación.
"Cuando sus hermanos hicieron vibrar las hojas nocturnas con su coro de aullidos, el lobo quitado de bulla  decidió amenazar de otra manera. Se deslizó entre las plantas y observó a sus víctimas con aire displicente, dejándose ver de vez en cuando, no siempre, casi nunca. La luna testificó sus insolencias, también la lechuza y las nubes que traían viento de lluvia y ocultaban las estrellas a los ojos de cuadrúpedos y peces. Al volver a su morada con una presa menor, la exhibía con orgullo contenido, en el entendido de que la exhibición se trataba de una casualidad; él hubiese querido que los demás pensaran que no quería mostrarla", dijo el oso.
"Pasaron los años; los cánidos devoraban a su gusto y cada uno velaba por su propio bien, aunque asolaran los pueblos en manadas. Las bellaquerías ingenuas del lobo quitado de bulla despertaban cierto interés por el estilo utilizado; eso creía él, de otro modo no habría actuado como actuaba. Al final se fueron muriendo los aulladores uno a uno; nuevos lobeznos cubrieron los claros del bosque y la hierba pisoteada. El lobo quitado de bulla también entró al olvido, como lo hace cada hoja, cada huella y cada corriente de agua de esta selva", culminó.
Se le preguntó al oso sobre la belleza de la historia y no supo qué decir. Se le preguntó por qué la recordaba, qué maravilla secreta guardaba entre los filamentos de la trama y de nuevo se quedó callado.
-Estas noches se han puesto muy largas -se excusó y le dio la palabra a su amiga lagartija.

miércoles, 9 de enero de 2013

El diablo, el perro y el filósofo

Se cuenta que un perro famélico cansado de miserias y gatos flacos hizo pacto con el diablo. Aullábale a la luna cuando el de los cachos blancos le silbó de lejos. El perro trotó confiado y los dos se encontraron en un cruce del camino faltando diez para las doce.
Dijo el diablo:
-Qué quisieras a cambio de tu alma.
Como el perro no sabía lo que era el alma le contestó sin miedo:
-Me gustaría saber las cosas que piensa el hombre.
Ya iban a ser las doce cuando pasó un filósofo; el diablo se entusiasmó y le habló:
-Qué te place a cambio de tu alma.
El filósofo había llegado a quedar pelado de tanto estudiar el alma, y la materia no le entraba. Ante tamaña propuesta tiró la toalla y respondió con cautela, pero sin miedo:
-A veces me gustaría cavilar menos.
A las doce en punto el diablo montó su clásico show de azufre y se disolvió en la noche. Al perro se le llenó la cabeza de ideas y el filósofo se quedó mirando al animal como huevón.
Desde esa vez el perro y el hombre no se han vuelto a separar y moran juntos bajo un mismo techo, viviendo  encarcelado el uno y simplemente el otro; el perro lleno de imaginaciones y dicen que hasta corbata usa, el ex pensador echado a sus pies frente al sillón.
Moraleja: Conclusiones particulares no se hacen generales. La fábula trata de este hombre y de este perro. No significa que hoy todos los hombres y todos los perros sean así.