sábado, 16 de febrero de 2013

El lobo quitado de bulla

En los inviernos, especialmente aquellos más duros, los animales de la selva se ven obligados a vivir hacia adentro. Pasan sus días durmiendo en madrigueras o bajo un refugio improvisado y muchos se proporcionan abrigo entre ellos. Un edicto que lleva la firma de un búho muy respetado por las enciclopedias declara suspendidas las leyes naturales hasta el comienzo de la primavera; así nadie se come a nadie y la fauna se protege de sí misma. Los que no logran conciliar el sueño peregrinan hacia cuevas gigantescas, donde a la luz del fuego que alumbra y calienta los huesos sacan a relucir viejas leyendas.
Así fue como llegó a nuestros oídos la historia del lobo quitado de bulla, contada por un oso harto de su obligada hibernación.
"Cuando sus hermanos hicieron vibrar las hojas nocturnas con su coro de aullidos, el lobo quitado de bulla  decidió amenazar de otra manera. Se deslizó entre las plantas y observó a sus víctimas con aire displicente, dejándose ver de vez en cuando, no siempre, casi nunca. La luna testificó sus insolencias, también la lechuza y las nubes que traían viento de lluvia y ocultaban las estrellas a los ojos de cuadrúpedos y peces. Al volver a su morada con una presa menor, la exhibía con orgullo contenido, en el entendido de que la exhibición se trataba de una casualidad; él hubiese querido que los demás pensaran que no quería mostrarla", dijo el oso.
"Pasaron los años; los cánidos devoraban a su gusto y cada uno velaba por su propio bien, aunque asolaran los pueblos en manadas. Las bellaquerías ingenuas del lobo quitado de bulla despertaban cierto interés por el estilo utilizado; eso creía él, de otro modo no habría actuado como actuaba. Al final se fueron muriendo los aulladores uno a uno; nuevos lobeznos cubrieron los claros del bosque y la hierba pisoteada. El lobo quitado de bulla también entró al olvido, como lo hace cada hoja, cada huella y cada corriente de agua de esta selva", culminó.
Se le preguntó al oso sobre la belleza de la historia y no supo qué decir. Se le preguntó por qué la recordaba, qué maravilla secreta guardaba entre los filamentos de la trama y de nuevo se quedó callado.
-Estas noches se han puesto muy largas -se excusó y le dio la palabra a su amiga lagartija.