Al rato pasó el zorro y las aduló. Lo primero que les preguntó fue qué dieta estaban haciendo para verse tan delgadas; lo segundo, que bálsamo se echaban para acentuar el brillo de sus plumas. Las gallinas lo miraron, sorprendidas. Una se fijó en sus ojos penetrantes, la otra en su espeso pelaje.
Cuando el buey pasó de nuevo encontró al zorro en el corral, limpiándose los colmillos.
-¿Qué se hicieron las dos comadres chismosas? -le preguntó.
-Oí tu consejo y lo puse en práctica, sociate. Y las comadres dejaron de cacarear -le respondió el astuto animal.
La mosca, ofuscada, gritó desde el cacho del buey:
-Vamos arando y menos conversa.
El buey no la tomó en cuenta y le habló al zorro:
-No me ayude tanto, compadre.
Moraleja: las fábulas podrán servir para cualquier cosa, menos para cambiar la conducta de los animales. Cada cual se hace el que aprende de ellas, pero lo que busca de verdad es reafirmar su naturaleza.