jueves, 13 de agosto de 2009

Divagaciones del patito feo

Desperté sin conocer común destino
Fue todo, más bien, grisáceo, burlesco, afiebrado
Por esos caminos me perdí,
Siempre añorando
Ser un poco igual a la mentira,
Que, frívola, reía afuera a carcajadas

Hasta que mis ojos se cansaron de llorar
Y entonces irrumpió, como la suave luz,
Un temple de esperanza
Las miradas se volvieron
Creyeron en mí,
Me vieron grande y superior
Y los que antes reían
Ahora callaron

¿Fui feliz? ¿Era ese el camino?
No lo sé; sólo Dios lo sabe
Navego entre la compasión y el odio
Los deseos de venganza y el perdón
El charco se me hace transparente
Puedo avanzar sobre el pantano
Hasta podría levantar el vuelo si quisiera
O cazar alimañas pegadas en el fango
Los que me conocen, me temen
Los que me conocen bien, me buscan
A quienes me temen les obsequio lástima
A quienes me buscan, ¡desprecio!

Mi madre buena, destellos de un espectro que cobra vida con la niebla, ha vuelto a la laguna a saber qué fue de su retoño. Me ve triste, triste a pesar de mi belleza. Se atreve a hablarme, a importunar, a interrumpir mi paseo vespertino de rey cisne. La laguna y el paisaje entero lucen una tonalidad pareja de recuerdos vagos y mi imagen inversa, más oscura, sobresale en la superficie sin salir del agua. Me pregunta hijo qué le pasa, qué siente, por qué está así. Tiemblo ante la reverberación que hay en el ambiente y dejo de nadar, pero no le contesto. Por un momento la laguna se concentra en la curva de mi cuello, en mi inefable mirada de cisne que parece decirlo todo con inescrutable frialdad. El bosque aguarda la respuesta; animalitos asustados agitan el follaje.
Pasa el tiempo y susurro, mirándome al espejo: ¿No es el cisne, por ser cisne, un pobre triunfador acongojado?

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