jueves, 27 de agosto de 2009

El canguro boxeador

El canguro boxeador era querido por la selva de la boca para afuera y le decían Cassius Clay. Se reía en sus barbas de los pobres animales que lo retaban a duelo y los volvía locos con sus saltos y sus golpes de nocaut. Curiosamente, nunca fue peleador: era la envidia de los demás la que lo subía al ring. Del tiempo que duraba el brinco de sus patas en la tierra dividido por el tiempo que permanecía suspendido en el aire era fácil concluir que vivía más en el aire que en la tierra. Y paradoja de paradojas, sólo se entregaba enteramente al mundo cuando soñaba, acurrucado entre las hojas de un arbusto.
Aunque nadie lo pudo vencer, los golpes arteros lo fueron debilitando y así el canguro boxeador terminó sus días en la más completa miseria, convertido en el hazmerreír de todos, pidiendo monedas en la plaza.
Moraleja: ante el enemigo mediocre no basta ser brillante; hay que redoblar la alerta.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Siempre le quedaban las hojas del arbusto...
Un abrazo