miércoles, 8 de abril de 2009

El loro y el caballo

El loro llegó al sicoanalista. Era éste último un reputado caballo de la plaza. En vez de anteojeras usaba lentes con marco de carey y como no podía tomar apuntes con las pezuñas, al estilo de los houyhnhnms, lo hacía de memoria. Se cruzaba de piernas con toda elegancia y de entrada demostró su sabiduría, pues antes de que el loro hablara lo hizo callar. Le dijo que los sicoanalistas extraen sus verdades del lenguaje interno de los animales, y como el loro carecía de este estadio del alma, más le valía consultar a otro especialista. El loro quiso llevarle la contra y le replicó que no por carecer de ese "estadio del alma", subrayó esa frase con cierta ironía, iba a dejar de tener problemas. El caballo le respondió que justamente su gran problema era ése y le propuso un ejercicio gratis, para ver si mejoraba. El loro aceptó de muy buen grado y se echó sobre el diván, no sin antes declarar que su hacienda estaba mermando producto de la crisis, y que si la situación continuaba se vería obligado a estudiar opciones de sanación que implicaran ausencia de costo monetario. El caballo lo hizo callar de nuevo y le explicó que el ejercicio consistía en quedarse en silencio lo más que aguantara. El loro obedeció a regañadientes.
No habían pasado 15 segundos cuando el loro preguntó hasta qué hora duraría el ejercicio. El caballo aprovechó la interrupción para preguntarle a boca de jarro qué veía en el jarrón con flores encima de la mesa. El loro dijo jarrón con flores jarrón con flores. El caballo dio por terminada la sesión y a la salida le mencionó el nombre del especialista que se le vino a la mente. El loro le agradeció, formuló un par de reflexiones y se fue silbando.

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