jueves, 16 de abril de 2009

El gato Manuel y el perro Lucho

Nunca se dijo que las siete vidas del gato fueran sanas, pero como tampoco se argumenta lo contrario, el gato Manuel pensó que cuando le llegara el turno a la última echaría la casa por la ventana. Mas sucedió al revés: la casa lo echó a él por la ventana; cayó de una cornisa en el cuarto piso y con el pencazo quedó paralítico.
Su eterno enemigo el perro Lucho se compadeció de su suerte y desde ese día agregó a su rutina un par de acciones de caridad, como sacarlo a la calle en la mañana y por la tarde, entrarlo a la casa. El gato Manuel veía pasar la vida sentado en una silla de mimbre que el perro Lucho le instalaba en la vereda, con una mantita en las piernas. Por la noche le hacía comer Cat chow ocean mix a cucharadas, ya que el gato se olvidó de los ratones desde que ese producto salió al mercado y su paladar rehusaba otro alimento.
-¿Te sientes bien?
-Sí.
-¿Qué viste hoy?
-Puros animales de allá pacá y de acá pallá.
-¿Te da envidia?
-Sí.
-¿No estás mejor como estás?
-No.
-¿Qué quieres hacer?
-No sé. Moverme.
-¿Para qué?
-No sé. Porque sí.
Y así se lo pasaron. El perro Lucho en la casa, dormitando y lanzando patadas al aire durante el sueño y el gato Manuel sentado ante la puerta de calle, mirando la vida con una mantita en las piernas.

1 comentario:

Fortunata dijo...

Pues parece que el perro no aprovechaba mucho sus patas ..y el gato su quietud para disfrutar de lo que los sentidos no perciben en la acción...pero siempre es así...ignoramos lo bueno de lo que tenemos....
Bella historia
Un abrazo