miércoles, 22 de julio de 2009

Las hormigas rojas y las hormigas negras

Hubo en la génesis de las hormigas rojas una ligera falla que alteró el color de algunas de ellas, tornándolas negras. La situación fue objeto más de curiosidad que de preocupación durante milenios, hasta que por razones evolutivas que no es del caso analizar en esta fábula las hormigas negras se empezaron a comer a las hormigas rojas. Las hormigas rojas, que eran más chicas pero mayores en cantidad, tomaron presas a sus hermanas y enemigas, las encerraron en la cárcel y las fusilaron a todas. El país pareció normalizarse, pero al cabo de un tiempo se produjeron indeseadas consecuencias. Las hormigas negras habían dejado descendientes entre las hormigas rojas y estos nuevos ejemplares aprendieron la lección, de modo que volvieron a atacar y con mejor provecho. Las hormigas rojas se vieron acorraladas y les costó reaccionar, pero como seguían siendo superiores en número y recursos, desplegaron todo su aparataje y las encerraron en la cárcel, que ya no era una sola sino decenas. Esta vez, previendo una eventual venganza de las bestias negras, no las fusilaron. Solamente se las condenó a diversas penas, que se fueron haciendo cada vez más débiles, al punto de que resultaba común ver hormigas negras caminando como Pedro por su casa por las grandes avenidas, a vista y paciencia de las hormigas rojas.
Hubo un momento en que se mezclaron tanto que ya no se sabía a ciencia cierta cuáles eran las hormigas negras y cuáles, las rojas. En las mismas cárceles a menudo la alcaidesa vestía uniforme negro y las presas, uniformes rojos.
Otra de las graves consecuencias fue que con el aumento de los presidios resultaron ser más las hormigas presas que las libres. Incluso, las hormigas libres vivían presas, por temor a ser atacadas.
Vestirlas a todas de rojo y comenzar de nuevo -como propuso una candidata demagoga- no solucionaba nada. Y a nada condujo tampoco la idea de edificar más cárceles, pues no quedaban hormigas que las levantaran. Como la situación cambiaba tanto, las cárceles terminaron siendo más deseadas que las mismas casas, tanto así que era pan de cada día ver a las hormigas negras comprando cupos en el mercado negro para entrar. Las cárceles eran tan enormes y cómodas que la libertad ya no tenía sentido.
Tuvo que surgir un gran líder para que el país de las hormigas volviera al orden. Se le llamó Hormigón y es reverenciado hasta nuestros días, pues la fábula que se relata sucedió hace mucho, mucho tiempo.

3 comentarios:

Madame Bovary dijo...

Jajaja. ¡¡Muy bueno!! Por desgracia yo sólo he visto a Hormigón. Es una lástima no haber podido conocer a las hormigas rojas y a las negras.

Un beso.

Sandra (Aprendiz de Cassandra) dijo...

Siempre traen a alguien con nombre grande para manduquear a los chicos.
Dónde se puede ejercer solidaridad con las hormigas?
Yo cuido las mias.

besos, (ya sé donde no puedes desaparecer)

Anónimo dijo...

Con el hormigón y el alquitrán todo vuelve a su senda.
Besos para el fabulador.