viernes, 10 de julio de 2009

El topo, el toro y el buey

Un buey descansaba a la vera del camino luego de dejar su carga a buen resguardo cuando de un hoyo salió un topo y lo escrutó. Jajajajá reía el topo al ver al gran señor bobalicón, el buey menospreciado, siempre atento a los requerimientos de los demás, nunca rebelde, siempre sudor nunca energía. Jajajajá, los animales como tú, los verdaderos, tienen bolas y tú qué tienes, tú sólo tienes un colgajo de piel acuchillada y por eso aceptas sin chistar el leño en la carreta y el picanazo en el lomo, reía el topo y el buey se sometía a su sarcasmo, porque le encontraba la razón a sus palabras.
Pero entonces el topo, al no hallar resistencia, se arrepintió de sus dichos y experimentó un cambio de conducta. Traicionado por su carácter desabrido volvió a su hoyo y desapareció de la superficie de la tierra. El buey no supo más de él porque no habían pasado cinco minutos cuando su amo salió de la cantina y lo enderezó a golpes en la ruta fatigosa.
En el camino divisaron a un toro que daba cornadas contra un tronco de árbol. Qué lindo animal, le oyó decir a su amo, iré a la plaza a verlo este domingo. Amo, carreta y buey siguieron su camino y el toro saltaba de gusto en dos patas y echaba espuma, mientras las vacas huían de espanto y ganas.
El topo se durmió esa noche entre pesadillas. Soñó que el Gran León de los Cielos le daba a elegir entre toro y buey y el topo elegía toro. Cual ciego intolerante idealista se veía entrando a un recinto donde al cabo de pocos minutos los poderosos lo hacían escupir sangre y lo sacaban arrastrando. En las galerías miles de bueyes aplaudían la faena con sus esposas y sus niños.
Moraleja: la intolerancia se viste con ropa de héroe mientras su revés le sobrevive.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lo mejor es conformarse cada uno con lo que tiene, el buey con los aplausos después de la faena, el toro soñando que quizá por está vez será mas fuerte que el torero y le hará volar por los aires.... Aunque si yo fuera el topo elegiría el manso buey que me asegura comida, y me libra de morir aplastado por tanto brío.

Tendré en cuenta sus sabios consejos querido D.
Un abrazo desde la seca meseta.