miércoles, 28 de mayo de 2008

La hoja, el río y el sol

En plena primavera hubo un torbellino que arrancó las hojas recién nacidas de los árboles. Cayeron al río; era todo un espectáculo verlas navegar por las aguas cristalinas. El sol las admiraba que daba gusto desde el cielo.
Entre las hojas viajaba una llamada Perla. Durante el trayecto había escuchado que confluirían sin excepción en la cascada, de modo que su peregrinaje consistía en prepararse para el gran momento.
Una curva del río las dispuso a todas en ordenada fila; a lo lejos resonaba el rumor de la catarata, pavoroso. Perla vio como iban cayendo una a una al abismo y aquella escena que hacía crecer su emoción se le antojó un mero adorno de su show, pues, siendo una hoja de poco entendimiento, siempre imaginó aquel momento estelar como un show en el que las hojas -la comparsa- desempeñarían el papel de cuerpos graves en tanto ella -la star- sería cuerpo leve, sensaciones, recuerdos, pensamientos, alma y vida. Su caída habría de ser tan sublime que no podría darse sin una fanfarria de trompetas.
Cuando le llegó su hora miró al sol y... cayó. Mientras se mezclaba con la espuma furiosa alcanzó a ver a otras hojas iniciando su descenso.
El sol no disfrutó la caída de Perla. Ni siquiera se dio cuenta; era una más de tantas. El sol disfrutaba el conjunto.

1 comentario:

Fortunata dijo...

Moraleja: Cada cual tiene su disfrute y vive la vida desde su lugar... hasta la mas insignificante hoja tiene su momento estelar, basta con que se lo crea.¿Importa que el sol no se de cuenta de nada? !Pobrecito! absorbido por su propia experiencia...