lunes, 14 de junio de 2010

El camaleón, el palote y el hombre

La selva llamó a un torneo de camuflaje; se presentaron tres candidatos. El anfiteatro estaba tan lleno que las moscas quedaron afuera: el ratón custodio las quiso hacer pasar pero no cupieron.
Salió a escena el primer candidato: era un camaleón montado en una rama, pero nadie lo vio. Fue preciso que el jabalí, que ofició de maestro de ceremonias en reemplazo de la cebra, lo tocara con su apuntador para que los animales lo reconocieran bajo la luz del foco. Atronaron aplausos de admiración y la víbora, que lucía pálida y delgada en la galería, le comentó al tucán: "Así quisiera ser; capturaría mil presas a destajo y nunca me faltaría la comida".
Cambió la escenografía: dos jirafas instalaron un arbusto y apareció un palote. El jabalí lo pinchó con el apuntador y el palote se movió, molesto. Recién ahí los animales lo pudieron divisar y el teatro se vino abajo. Los animales tiraban sus sombreros al aire de euforia ante el prodigio del insecto. El zorro le comentó a la zorra: "Aprende, mujer: vale más un disfraz que un buen razonamiento".
Salió el último candidato. Era un hombre anciano y semidesnudo, de barba blanca que casi le llegaba a los pies. Se sintió un murmullo de reprobación; las primeras pifias fueron creciendo y en un minuto el teatro entero lo condenó.
-¡Es un hombre! -exclamaban a coro- ¡Es un hombre a toda vista!
El viejo pidió la palabra, mas como no lo dejaban hablar fue necesaria la intervención del jabalí.
-¡A callar todos! Habla el hombre y se vota.
El hombre dijo:
-Sé que en principio el camaleón y el palote me llevan gran ventaja, pero trataré de remontarla. Los que me antecedieron usan sus formas y colores para protegerse de las bestias de la selva y para aprovecharse de ellas; en cambio yo actúo y pienso para guardarme de mis hermanos, que son harto más feroces. Mi gracia es hacer lo que hacen todos los de mi especie, mi gracia es hablar el mismo idioma de los aires de la época y así he sobrevivido miles de años. En los tiempos de la esclavitud jamás me manifesté en contra; una vez que se abolió jamás me he manifestado a favor. En la Rusia de los zares adoré al Zar, en la Rusia comunista me volví comunista. En la Alemania de Hitler me hice nazi con facilidad -yo mismo me asombré de mi conducta-; luego renegué y reniego de los nazis hasta hoy, como si se trataran de la peste. Fui pinochetista del mismo modo que ahora desprecio esa corriente. Fui el primer apóstol de un santo llamado Jesús, pero no me dio ni cosquillas decir que no lo conocía cuando me apremiaron. Pisoteé a la Mujer sin asco, hoy promuevo leyes en su beneficio. Encarcelé y desterré al homosexual, hoy le pongo alfombra roja. Comí la carne del animal que se me ponía por delante, hoy corren vientos de rechazo y me empiezo a sentir vegetariano. Fui católico de rosario y misa diaria, ahora me declaro agnóstico. Es tal mi vocación de mimetismo que todo lo pasado me parece ridículo y hasta yo me pregunto cómo pude pensar y ser así. Podría seguirles hablando toda la tarde...
-No es necesario -lo interrumpió el jabalí-. ¡A votar!
Ganó el hombre por paliza. Segundos quedaron en empate el camaleón y el palote. Al momento de recibir la copa el hombre rechazó tal honor.
-Sangre y lágrimas me ha costado este trofeo, con gusto lo cedo a mis contrincantes -dijo.

Moraleja: bueno parece seguir la corriente, pero no garantiza nada.

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