jueves, 5 de noviembre de 2009

El mono copión

El mono se lo pasaba todo el día copiando hasta que los demás animales, fastidiados, lo cercaron.
-¿No tienes otra cosa en qué ocuparte? -le dijo el caballo- Mira que yo ondeo la cola para espantar los tábanos y tú te azotas el lomo con la tuya, ¿crees que no me doy cuenta de tus burlas?
-Hace un momento comía trigo y te pusiste a morder las hojas como si tuvieras pico en vez de esos dientes tan grandotes que se te salen de la jeta -dijo la gallina, bien picada.
-Es verdad. Yo alcé el vuelo y el mono saltó de la rama y se puso a jugar en el aire -hizo ver el tucán.
-Tiene la misma forma de bañarse en el río que yo -lo acusó el hipopótamo.
-Con mis propios ojos lo he visto arrastrarse por el suelo -sentenció la culebra.
-Ya me parecía que el tonto andaba con la maldad -agregó el oso hormiguero-. Ayer mismo encontré vacía la fuente de larvas de la que me alimento. Lo había visto rondando por ahí, pero cómo iba a creer...
-Di algo, mono copión -lo increpó el elefante.
-Habla ahora -se oyó la vocecilla aguda de la lagartija.
El mono, acorralado, exclamó:
-¡Sí, yo también lo vi rugiendo como el león!
-¿A quién? ¿A quién? ¿A quién? -preguntaron todos al unísono.
-¡A ese mono que está allá! -gritó el mono, indicando a un primate que se paseaba por la selva.

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