miércoles, 6 de mayo de 2009

El grillo y el toro

Saltaba el grillo por los campos sin rumbo conocido. Cada tantos metros volvía la cabeza pues, como buena parte de los animales de la selva, vivía pensando en su pasado. Entonces el rubor delataba su vergüenza.
-Pero qué hice -se lamentaba al contemplar su huella "imperfecta"; uso el eufemismo para no dejar al descubierto el origen de su bochorno. La verdad es que las palabras que mejor definían su sentimiento ante la contemplación de las marcas que dejaba en la tierra eran ridiculez, ignorancia, soberbia, ingenuidad.
Un toro lo observaba a la distancia y le habló.
-Dónde vas -le preguntó.
-Hago camino al andar.
-Ja ja ja -rió el toro con su acostumbrada carcajada de barítono.
-No se ría, por favor, poderoso amigo; si lo dije así se debe a que no encuentro otra forma de explicar lo que hago y me ayudé de la frase del poeta.
-Di lo que haces sin valerte de versos; quiero entender.
-Avanzo a saltitos para mejorar mi huella.
-Enséñame cómo, porque hace rato yo lo único que veo son saltos y miradas hacia atrás (el toro iba entrando en furia).
-Así, ¿vio?
-Sí vi, pero es parecido a lo que yo mismo hago diariamente.
-¿Entonces también le pasa que le gusta su andar, pero cada vez que avanza y mira hacia atrás se avergüenza de su huella? -exclamó el grillo, alborozado. Al fin hallaba un compañero de viaje.
-No, yo miro para ver si hay más pasto -dijo el toro-; pero ¿de qué te avergüenzas? No logro entender (su ira crecía).
El grillo entristeció y dijo:
-Me avergüenzo de mi contumacia, pero si no percibiera un ascenso en lo que hago dejaría de saltar, de modo que si me disculpa, debo seguir mi camino.
El toro se despidió del grillo y al hacerlo nos regaló la siguiente moraleja:
-¡Pequeño insecto! Yo, con mi fuerza y mi poder, vivo pastando en una hectárea enrejada y tú, tan minúsculo, avanzas y avanzas a pesar de tus errores. ¡Con cuánta razón dicen que eres la voz de la conciencia!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Avanzas implacable en el manejo de las letras....!mi admirado escritor! No pares...