viernes, 15 de mayo de 2009

El cocodrilo, el león, el mono reportero y su director el búho

Lloraba el cocodrilo a moco tendido cuando el león lo vio de lejos. Con su acostumbrada soberbia se le acercó y lo instó a enfrentar la vida. Un mono que hacía la práctica en el "Diario de la selva", de buen tiraje, grabó la conversación desde la rama de su árbol y la reprodujo en estos términos:
-Ya estás con tus acostumbradas lágrimas de cocodrilo -dijo el león.
-Si lloro con lágrimas de cocodrilo es que soy un cocodrilo -respondió su interlocutor, entre sollozos.
-Malo que seas así. Pésimo ejemplo para la selva.
-Créame que no me estoy haciendo, amo y señor. Lo que pasa es que si no llorara no sabría cómo actuar.
-Simplemente haz como yo. Ruge.
-¡Gijjjj!... Trato, pero no me sale.
-Hay que abrir el hocico y modular. Fíjate en las campanillas de mi garganta... ¡ROARRR!
(El cocodrilo abrió el hocico de impresión).
-¡Oh! Yo no podría hacer lo que hace usted.
-Ja ja ja, no me adules, estoy viejo para eso. Sólo pretendo impartir conocimiento.
(El cocodrilo no respondía, solo le escurrían las lágrimas).
-¡Levántate ya! -lo azuzó el león.
-No es que no pueda; es que tampoco quiero. Para usted es fácil, pero a mí no me viene.
-Vil cobarde, bestia de la selva. Me caes mal; no sé por qué pierdo el tiempo contigo.
(El cocodrilo lloraba y sus lágrimas parecían chorro de manguera).
-Lágrimas más falsas que Judas... -comentó el león.
-Las lágrimas son verdaderas; lo falso es el sentimiento.
-¿Corriges al rey? Las lágrimas son verdaderas y el sentimiento también lo es, si a eso vas. El tema es que no se corresponden, ¿comprendes entonces la figura?
-¿Acaso el suyo es un rugido de verdad, amo y señor?
-Sí. Estoy muy orgulloso de ser quien soy. No pretendo ocultar nada. Mi trono está en este mundo y gobernar a los demás me hace un felino pleno, lo que se dice un verdadero rey.
-Si así lo piensa, lo felicito y por algo es el león; pero yo tengo mis dudas y le pido compasión por nuestra raza. Si no lloramos, no vivimos. Mire usted.
(El cocodrilo echó un llanto intenso y la desconfianza de un ciervo que merodeaba por el pantano desapareció; el animal se agachó a beber de la orilla y el cocodrilo le arrancó la cabeza, con cuernos y todo).
El león observó la escena con espanto y luego exclamó, al borde de la incredulidad:
-Me has dado una pequeña lección, maese reptil, aunque de todos modos me parece que desaprovechas el tiempo dedicando tu vida al teatro.
El mono dejó la conversación en ese punto, pues debía llevar la noticia urgentemente al diario, que estaba en la hora de cierre. En la sala de redacción discurrió cerrar la crónica con la siguiente moraleja:
"Si el león ruge y el cocodrilo llora, las cosas de la selva marchan según el presupuesto".
Mas el búho, un animal de sangre azul que se debía a oscuros intereses -de paso, director del matutino- estimó prudente editar la moraleja, de modo que para los lectores del "Diario de la selva" la crónica terminó como sigue:
"No prestéis oídos al astuto cocodrilo y seguid el ejemplo de nuestro gobernante el noble león".

2 comentarios:

Fortunata dijo...

Todo es cuestión de intereses los que se manejan en esa selva.... para los lectores las moralejas y que cada cual la interprete como sepa y si no que escuche las tertulias de la radio

Besos

Madame Bovary dijo...

Buena moraleja. Da más miedo una lágrima inocente que un fuerte rugido.
Un beso.