lunes, 14 de julio de 2008

Las cuatro cucarachas, sus cuatro novios y la luciernaguita

La noche no duerme, pero el bosque sí. Cualquier ruido parece meterse en un parlante, porque sale disparado, multiplicado por tres y resonando entre la hierba.
Ya hemos descrito el ambiente, presentemos ahora la escena.
Sucede todo en la cueva de las cucarachas. Tres de las cuatro cucarachas corren animosas y se acicalan para esperar a sus novios; una cuarta dormita, apática.
Los novios llegan a la guarida sin ganas de cortejar. No es que no estén de humor, más bien les sobra instinto. Pero las cucarachas disponen de tretas. No van a regalar sus encantos por nada. Al menos podrían recibir bombones, ya que los cumplidos escasean.
-Bombones no.
-Queremos bombones.
-No.
-Sí.
-No todavía.
Una luciernaguita extraviada entra por error a la cueva. Ve a las cucarachas montadas unas sobre otras. Una medio adormilada está agazapada en el rincón, devorando una caja de bombones. El descuido de la luciernaguita le juega en contra porque un par de antenas la captan; son de un macho que se desentiende de su hembra para lanzarse a su caza. La luciernaguita alcanza la salida y vuela. El macho, exasperado, retoma su apetito original con rabia.
La luciernaguita es hallada por su madre en lo más oscuro del bosque. A ésta le cuenta lo que ha visto. La madre la lleva a la cama y la hace dormir, pero a la luciernaguita le cuesta conciliar el sueño. Le ha venido una fiebre atroz. Más tarde sueña horribles pesadillas.
-Fue un sueño, hijita, duerme tranquila, la consuela la mamá.
Bien entrada la mañana se acerca a despertarla pero descubre que está muerta.

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