viernes, 11 de julio de 2008

El alacrán y la araña

Vaga el alacrán de piedra en piedra, inyectando su veneno. Asómase la araña de su nido y lo captura. Jamás se vio batalla igual en la superficie de la tierra; los monstruos hubieron de meterse a un túnel de algodón para expresar sus fuerzas.
Abraza la araña al alacrán, éste se retuerce y le clava el aguijón. Se estremece la araña, quiere apretar, morder y beber y no es posible; el alacrán canta victoria. Ninguno piensa, ninguno habla. La araña está atontada. El alacrán, obnubilado. No le apetece devorar, envenena y nada más, es su tarea. La araña lo mira intensamente, pero no entiende, no logra entender nada; el alacrán no quiere irse. No todos los días se triunfa ante una araña así.
Han estado secos los tiempos en el bosque. Los animales de bien rezan plegarias. Las nubes no traen agua, sólo sombras calidosas. Arde la tierra en segundos, se lo lleva todo el fuego hacia la altura. Se lleva lamentos y huevos de culebra, hojas recién nacidas, ovejas que dan a luz; ni los nidos de araña se salvan de las llamas.

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