lunes, 7 de diciembre de 2009

La iguana, el lagarto, el mono y el burrito

La selva llamó a elecciones y el mono quiso renovar su puesto. Desde el lodazal, la iguana y su esbirro el lagarto, que iban por las mismas, le hicieron mala campaña y formaron alianza con un simpático burrito que debutaba en estas lides.
¡Qué no dijeron del pobre mono!, todo al estilo de la iguana, como serpiente silbando entre la hierba. Lo menos que sopló fue que el mono defendía al león, palabras que, a raíz de la clásica metamorfosis que sufren los mensajes de boca en boca, pronto derivaron en "vendido al león".
La selva escuchaba con asombro la campaña de las bestias repugnantes, y el veneno iba entrando en sus corazones. Había que derribar al que se vendía al león; en el fondo, había que derribar al león, así de ilusos y retorcidos eran. Nadie se dignó consultar al injuriado. Qué difícil misión hubiese sido: lo tenían ahí mismo, en su árbol de siempre, al alcance de la mano.
Sin embargo, el primate, que por su edad algo sospechaba, recurrió a los pocos amigos que aún le guardaban respeto, pues los demás ya se habían retirado a sus cuarteles de invierno, y les solicitó su apoyo.
Se contaron los votos, la selva dio gran respaldo a los reptiles, pero sus amigos no le fallaron y el mono también conservó el puesto. El burrito se pisó la cola y sólo atinó a rebuznar de mala gana cuando volvió al corral y le preguntaron por él y por el mono.
-¡Ganó el león! ¡Ganó el león! -se quejaba.
Moraleja: si los reptiles no saben enseñar a los burritos a hacer bien una cama, mayor provecho les haría seguir esparciendo su veneno desde el légamo.

1 comentario:

mentecato dijo...

¡Pobre del que conjura con siniestras urdimbres!