miércoles, 14 de octubre de 2009

El pájaro Roc

Las patas del pájaro Roc son tan anchas como el tronco de un árbol, sus huevos son del porte de un hombre. El ave se alimenta de serpientes de 20 metros de largo y de carne fresca que astutos mercaderes arrojan al valle de los diamantes. La carne se pega a los diamantes, el pájaro Roc desciende a buscarla y en ella vienen las gemas adheridas, que los comerciantes recogen con sumo cuidado cuando el águila abandona su casa en busca de más carne.
El pájaro Roc vuela incesantemente del nido al valle y del valle al nido. En una de sus garras viaja un hombrecillo harapiento y esquelético llamado Simbad, apodado El marino. Simbad puede ver la tierra como se ve desde un avión y al bajar se desmaya del vértigo que le provoca la velocidad del águila. Jamás se hablan, aunque hubiesen podido hacerlo. Durante esos viajes son seres mudos, silenciosos.
Monstruo tan poderoso como aquél cae en estado de letargo cada vez que un niño da vuelta la página del libro que lo contiene. Sus alas se repliegan, su cuerpo entero se aplana y sus ojos dejan de mirar, su cerebro de funcionar. A Simbad, en cambio, le esperan nuevas aventuras en la página que viene: ahora vive para satisfacer el hambre de un anciano que se le ha pegado al cuerpo y amenaza con estrangularlo.
Una vez que el libro se cierra, el pájaro Roc vuelve a levantar el vuelo bajo otro cielo, lechoso, fantástico, cielo que mejor sería río enérgico, y captura nuevamente a Simbad, pero Simbad se le escapa con su cargamento de diamantes; así una y otra vez hasta que la figura del pájaro se difumina y se deshace, se olvida.

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