viernes, 5 de marzo de 2010

El corazón, el ratón y la cacatúa

Entró el amor a la casa alquilada y al abrir las ventanas para recibir aire fresco se le coló la tristeza. Por la noche, al acostarse, pletórico de felicidad, el amor apagó la luz y se entregó a fantásticas ensoñaciones. No pasaron diez minutos cuando un ruido lo desconcentró y lo obligó a levantarse. Encendió la luz y divisó a la tristeza en el rincón, devorando unas migajas.
-Sal de aquí, amiguito -le ordenó el corazón, con su voz angelical.
-Me dejas entrar y ahora me echas -replicó el ratón.
El corazón volvió a la cama y se durmió con el monótono roído.
A la mañana siguiente despertó sobresaltado. Soñaba que estaba recostado en una playa, bajo una palmera, cuando una ola lo expulsaba de la isla. Se incorporó, entró al baño y se miró al espejo. Descubrió que le faltaba un ventrículo. El ratón había engordado enormemente. Dormía plácidamente a los pies de la cama y sus bigotes estaban manchados de sangre.
Durante la noche la locura había ingresado por una rendija y ahora sobrevolaba las habitaciones y chocaba contra las paredes.
-¡Ábreme la ventana, idiota, que debo salir! -le gritó al corazón. El corazón trató de hacerlo, pero las ventanas se habían bloqueado. La cacatúa le insistía:
-¡Déjame salir, estúpido bobalicón!
El estallido irracional asustó al ratón, quien corrió a esconderse a su cueva, debajo de la cama. Desde allí emitió un lastimoso quejido que sobrecogió al angustiado corazón.
-¡Ábreme la puerta! -urgía la cacatúa, destrozando todo a su paso con el pico, el penacho y las alas.
No tardó el dueño en enterarse del caos que reinaba en su vivienda. Con la ayuda de Carabineros acudió a la casa, descerrajó la puerta, detuvo a los tres y los echó con viento fresco.
Moraleja: Eros cuenta con dos guardaespaldas, los rufianes Triste y Loco, quienes nunca lo abandonan, mucho menos cuando Eros intenta concertar citas privadas. Al ocupar una casa envenenan el aire; una vez que se han ido y las ventanas se han abierto, la casa se purifica y queda lastimosamente vacía.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Locos, carcomidos y angustiados y ahora también sin techo.
Al menos la locura pudo volar libremente