miércoles, 24 de febrero de 2010

El amor y el deseo

Hace no mucho tiempo, por diferencias que no viene al caso recordar, el amor y el deseo, que antes convivían en estado de intensa felicidad, decidieron dormir en camas separadas y luego se declararon la guerra. La batalla decisiva se dio sobre el cuerpo de un hermafrodita desnudo en la hierba. El ejército del amor instaló dos divisiones en los senos, especialmente sobre la zona del corazón, y un batallón en los ojos y la boca. El ejército del deseo puso una división tras los matorrales que escondían al pene y la vagina y una brigada en el montículo que formaba la cabeza.
Fue una batalla feroz; duró del amanecer a la noche. El campo quedó plagado de ángeles ensangrentados y demonios adormecidos y ambos generales sufrieron graves heridas.
Los historiadores cuentan que la guerra la ganó el deseo. Jenofonte escribió:
"El amor llevaba la ventaja en número y calidad de armas y combatientes. Concentró su ataque en la zona púbica de su enemigo, lanzando pétalos de rosas que cubrieron al rival, pero descuidó la posición de la cabeza. Cuando cantaba victoria anticipada, los lanceros del deseo surgieron desde las raíces de las sienes para desequilibrar el combate y darle el triunfo a su bandera".
Esopo resumió la guerra con una moraleja:
"El amor es más grande, pero el deseo es más fuerte".

1 comentario:

La Lechucita dijo...

¿Y cómo quedo el campo debatalla despues de la contienda?

Un abrazo