lunes, 15 de marzo de 2010

La gata Hildegard y el perro Misael

Cuando las cartas se sucedían con una rapidez mayor a la habitual, los animales del pueblo solían murmurar que las cosas entre ambos estaban llegando a su límite. La cigüeña oficiaba de cartero, pero no los sacaba de la duda: respondía lo mínimo a la curiosidad malsana, más por desidia que por discreción. Era un cartero que vivía buscando nuevos horizontes y de hecho, apenas consiguió trabajo en una clínica particular renunció a su puesto.
Tuvieron que morir ambos personajes para que se conociera el intercambio epistolar. La desilusión fue inmensa. Los animales, reunidos en el granero, designaron a un cuervo de voz profunda para que leyera las cartas. Partieron escuchándolo con honda curiosidad, luego la atención se transformó en apatía y finalmente abandonaron el lugar en masa. El cuervo tomó el legajo de cartas y lo arrojó al fuego. El viento se llevó estas dos, que dicen así:

Estimado Perro Misael:
Sin el ánimo de parecer imprudente y sólo en aras de la buena educación, vuelvo a recomendarle que haría usted bien en ocultar un poco más sus actos, ya que en este pueblo nadie gana nada enterándose de su apetito sexual, su amor servil por los humanos, su extravertida conducta general y los aires socialistas que se está dando últimamente con su grupo de amigotes, peleándose y compartiéndolo todo sin el menor recato. Tapen usted y los suyos al menos sus heces, como lo hacen con sus huesos.
Ay de mí, qué tiempos estos.
Saluda Atte. a Ud.
Hildegard

Querida Gata Hildegard:
Me asombran una vez más sus palabras tan, como se dice con el debido respeto, colijuntas. ¿Desde cuándo se las da de inglesa? ¡Vamos, amiga, libérese de sus cadenas internas y exprese sus deseos! ¡Cómase su laucha a mandíbula batiente y no de ladito! ¡Hágase hembra al aire libre! ¡Maúllele a la vida! ¡Converse y discuta con sus vecinas! ¡No se eche el día entero al sol! Vive usted aislada, pensando en sí misma, recatada, en una eterna ensoñación. Quisiera seguirle hablando, pero me llaman mis "amigotes de la jauría". Se habla de un caballo muerto, a dos kilómetros de aquí.
Suyo
El Perro Misael

Moraleja: lo que la gata esconde, el perro lo muestra.

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