lunes, 15 de marzo de 2010

El Deseo y el Vicio

Caminaba presuroso el Deseo por la calle cuando de una esquina lo llamó el Vicio.
-Dónde vas tan rápido -lo detuvo con su misteriosa voz.
-Me espera una mujer -le respondió el Deseo.
El Vicio vestía impermeable y fumaba un habano.
-¿Es la misma de otras veces? -tanteó.
-Sí -dijo el Deseo.
-¿Y te satisface con las posturas de siempre?
-Claro que sí, ¿cómo lo sabe?
-Entra a mi casa, tengo algo que ofrecerte.
El Deseo titubeó. El Vicio lo tomó del brazo y una vez adentro le enseñó varias puertas. Era una casa maravillosa. Por fuera se veía diminuta; por dentro tenía el porte de un castillo.
-Puedes probar de eso y de eso... y de eso.
El Deseo escogió una puerta y desapareció. Al rato salió, compungido.
-No vengo nunca más -protestó.
El Vicio no le dijo nada.
Tres días después el Deseo pasó "como por casualidad" por la misma esquina y miró hacia el rincón. Allí estaba el Vicio trasnochado, fumando, de impermeable. Se hablaron en voz baja y entraron a la casa.
A la semana siguiente el Deseo tocó a su puerta. Venía con una maleta. El Vicio lo recibió con una sonrisa cansada:
-Adelante, amigo -lo invitó- ubíquese con los demás.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me quedé con las ganas de saber que encontro el deseo en la casa del vicio para quedarse a vivir allí.

Un abrazo
L.