sábado, 26 de septiembre de 2009

La liebre y su fantasma

Bajo el cielo estrellado sin luna, la liebre corría por el cerro cuando un movimiento brusco detrás del matorral casi le provoca un ataque al corazón. Agazapada entre la hierba abrió los ojos para descubrir dónde estaba el enemigo y de quién se trataba, si de una zorra o un sabueso. Al principio no vio nada, mas no tardó en descubrirse la figura de un fantasma que revoloteaba entre las ramas. Era un fantasma bastante peculiar, diríase que no nacido -puesto que los fantasmas, como los animales, también nacen, viven y mueren- decíamos que no nacido para hacer daño ni asustar sino para juzgar a quien lo viera. Eso entendió la liebre pues la forma alargada, de largas orejas y vacías cuencas, vestía toga y birrete.
-A qué quiere usté.
(El fantasma ideaba la mejor respuesta).
-A qué quiere usté de mí.
(El fantasma, vivamente impresionado por el modo de hablar de la liebre, no acertaba a responder).
-A que si usté me quiere comer salgo arrancando.
(El fantasma estaba a punto de largarse a reír).
-A que si no dice nada me asusto no me asusto.
(El fantasma abrió la toga y dejó a la vista su triste figura).
-No es nadien no es nadien -tiritaba la liebre de terror.
El fantasma la encerró en su capa y dentro de ella, los dos solos (ya no había mundo) así le dijo:
"Devuelvo lo que se me da".

3 comentarios:

Anónimo dijo...

!!Tan solo es un fantasma!!

Un abrazo
L.

Fortunata dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Fortunata dijo...

Se extrañan sus letras.....

Besos, besos