viernes, 2 de octubre de 2009

La luna y el sátiro

En los primeros tiempos la luna fue un cometa.
El sátiro se ufanaba de perseguir ninfas en el bosque y hacía de ello exhibición; en el cielo apareció la luna y con tacto y sensatez le sugirió que malgastaba su tiempo.
-Tengo todo el tiempo del mundo -le replicó el sátiro.
-A mí, que soy la luna, me queda poco -le insistió ésta.
A la noche siguiente la luna se fijó en que el sátiro la estaba esperando.
-¿Viste? Todo marcha igual que siempre.
-No -dijo la luna- yo estoy más rellenita.
Era la pura verdad.
La tarde siguiente se desató una tempestad que duró tres noches y tres días. El sátiro se asomaba al claro del bosque, pero no había luna. Se amanecía esperando; las ninfas lo echaban de menos.
A la tormenta se les sumaron cuatro días de espesa niebla. Al quinto el cielo estuvo despejado. El sátiro no se movía del claro, esperando ver a la luna. Ésta se le ofreció redonda y brillante.
-Llevo siete días esperándote -le habló el sátiro, y la luna entendió que, más que recriminación, se trataba de una muestra infantil de cariño.
-Así veo -le dijo.
-Entonces, ¿bajarás y te casarás conmigo?
-Sí -respondió la luna, y se sonrojó.
La boda se iba a celebrar a la noche siguiente. Acudieron todos los animales del bosque; el sátiro se vistió de terno y corbata y camisa con colleras. Actuaría de juez el orangután y de padrinos, la jirafa y el ñandú; y de sacerdote, el arzobispo Mantis. Contra todo pronóstico, la luna se excusó de bajar.
-Me siento algo enferma, mañana estaré mejor -prometió.
El sátiro no había querido decir nada, pero notaba el cambio en la fisonomía de su amada, que al principio tomó como una simple gripe.
Los animales se fueron marchando uno a uno, la mesa quedó servida. Al otro día no volvieron. Sólo el sátiro esperó a la luna.
La luna desfallecía, agonizante.
-Nunca me olvides -le rogó, y desapareció tras una nube.
El sátiro la lloró hasta el día de su muerte. Murió pronunciando su nombre.
La tradición oral que depositó esta fábula en mis labios cuenta que la luna revivió para buscar a su amado y así cumplir la promesa de vivir juntos para siempre, y que al no hallarlo en la faz de la tierra enloqueció como enloquecen los locos: repitiendo una y otra vez la misma acción.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No -dijo la luna- yo estoy más rellenita.
(me encantó esta frase)
Me casaré contigo.- ¿como podria salvar la luna la distancia? Él muere de amor y ella enloquece de tristeza...
!!Bello!!

Un gran abrazo de vuelta.

Su fiel lectora