lunes, 7 de septiembre de 2009

El cancerbero, el dinosaurio y los bueyes

Dormitaba el cancerbero a la entrada del infierno cuando se le arrancó un tiranosaurio. Corrió a saltitos con la cola entre las garras, para no despertarlo, salió de la cueva, abandonó nadando la isla de los muertos y se metió a la selva. Los animales, aterrorizados, no hallaban qué hacer, aunque los que alcanzaron a esconderse lo hicieron.
-¿Viste eso? -preguntó el gusano.
-Exactamente -respondió la lombriz.
-¿Qué sería?
-No tengo la menor idea.
Sobre ellos se sintieron temblores intensos surgidos en la superficie, no en el centro de la tierra: el tiranosaurio caminaba buscando comida y la encontró. Lo que se moviera, fuese animal o rama de árbol, terminó en sus fauces. Los elefantes entraron como hot dogs; qué decir de la culebra y el mono.
El león, que ya no era el rey, llamó a asamblea. Los animales, sin excepción, culparon del desaguisado al cancerbero y por tal motivo enviaron un telegrama a Zeus, que era el único dios al que el custodio del infierno hacía caso. El telegrama decía así:
"Venerado padre STOP dios entre los dioses STOP hijo de cronos STOP alúmbrenos tu rayo STOP humildes animales informan STOP Cancerbero dejar escapar cosa fea STOP Favor solucionar problema STOP Holocausto cien bueyes flexípedes STOP La selva arrodillada".
Zeus leyó el telegrama y se indignó con el can irresponsable, al que mandó llamar.
-Lee esto -le espetó- y explícame.
Cerbero leyó y respondió:
-Me estaría echando una cabezadita.
-¡Ve a buscar a ese bicho, animal, y devuélvelo al infierno!
El perro capturó al dinosaurio con un lazo y lo llevó de nuevo a la gruta subterránea. La bestia prehistórica entró de buena gana, porque no se hallaba en su elemento; todo le parecía extraño y contaminado. Cerbero casi no tuvo que ladrarle cuando lo volvió a encerrar.
La selva preparaba en tanto el sacrificio. Los bueyes comentaban:
-Otros dejan la embarrada, pero siempre pagamos nosotros.

1 comentario:

Fortunata dijo...

A veces es mejor los propios infiernos que los mundos de los otros...que ni siquiera sacian el hambre

Un abrazo