lunes, 20 de octubre de 2008

El Hombre y los animales

Todos los domingos los animales acudían a la iglesia, antes de almorzar. El reverendo Mantis les predicaba sobre el temor al Hombre. La prédica surtía efecto porque los animales salían asustados. Más que ensueños piadosos sus sermones parecían consejos militares. Cómo guardarse de Él, cómo hacerle el quite, cómo darle el paso, cómo evitar su ira, cómo aplaudir sus breves estados de felicidad. Las gallinas, los toros y los chanchos habían llegado a cultivar una especie de adoración por la figura humana, a la que rendían pleitesía. Las gallinas le regalaban sus huevos y sus pollos; las vacas sacrificaban su leche y sus novillos; los cerdos se entregaban por enteros. Cada día legiones completas eran conducidas, sin cánticos, al altar de sacrificios para la satisfacción de su dios. Llamaba el Hombre matadero a dicho altar. Así estaba escrito.
Mas un día el Hombre tornóse bueno y complaciente; los animales dudaron. Mermaban los sacrificios, veíase al Hombre comiendo vegetales. El pequeño bípedo acariciaba; formáronse asociaciones de protección. La raza entera de las bestias fue elevada a un pedestal. Los tiempos de adviento vaciaron la iglesia, Mantis adelgazó hasta los huesos.
Citó el león a una asamblea. Único punto de análisis fue el nuevo estado de las cosas. Los animales abandonaron la sala entre gritos de euforia: ¡por fin eran libres para hacer lo que quisieran!
Se vivían tiempos de alegría. Llegó la Navidad.
Tres reyes magos, un oso pardo, un oso polar y un oso panda, montados en sendos camellos, anunciaron el místico suceso. Seguían un misil disparado a la distancia por el Hombre. En humilde charco, rodeada de arañas de agua, langostas y libélulas, la rana dio a luz un renacuajo.
El libro sagrado, titulado Nuevo Firmamento, cuenta que el anfibio se hizo sapo y por predicar el temor al Hombre fue crucificado, muerto y sepultado. Su cuerpo fue robado del sepulcro y arrojado a los buitres. En ese momento el Hombre despertó de su sueño y los animales volvieron a su mundo de inconsciencia.
De allí en adelante, todos los domingos la descendencia de Mantis les recordó la historia.

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