jueves, 30 de septiembre de 2010

Fábula última: la luz y las tinieblas

Habían devuelto la luz al castillo en la montaña y la habían confinado a una mazmorra. Las tinieblas se apoderaban de la Tierra. El precioso don languidecía; el mundo andaba a tientas, los animales chocaban unos contra otros y no pocas veces se comían por equivocación, tanto habían mutado sus instintos.
El cancerbero, arrepentido, sollozaba internamente de emoción. ¡Oh, amor divino, de qué barbaridad estoy siendo cómplice! Yo debería cuidar la puerta inversa. ¿O lo hago y no reparo en ello?
Al final de los tiempos la luz se devorará a sí misma y reinarán las tinieblas, el silencio y la nada; he allí la verdad verdadera. Hasta los fuegos artificiales tienen su momento, luego la selva torna a su hábito. Cuando las estrellas dejen de girar y las explosiones solares pasen a la historia se difundirá por el espacio oscuro y vacío, apagadas las llamas, el amor de Dios.

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