miércoles, 29 de septiembre de 2010

Fábula primera: dr. Vicious se retira a la selva

En los primeros tiempos los animales hablaron. Los bueyes mataban sus días dialogando sobre las anfractuosidades del terreno o el verdor de los campos; en cuanto a las urracas, les llegaba a dar gusto contemplar el empeño que ponía el zorzal en cazar lombrices, al comentarlo entre ellas el pájaro las oía de lejos y les echaba improperios. Las arañas les enseñaban a tejer a las moscas y éstas caían en la trampa. La sádica traidora les ofrecía cumplir su última voluntad y las moscas, que no terminaban de aprender, le imploraban a coro: "Si nos liberas te enseñaremos a comer caca". El león rugía las órdenes, el perro las pasaba en limpio y el búho las interpretaba. El topo se lo pasaba peleando con los gusanos; los peces más grandes se comían a los más chicos y las sirenas coqueteaban con los delfines, quienes las sacaban a la superficie a cambio de besos en la boca. Tenían su propia Cámara de Diputados, que rebosaba de animales deseosos de escuchar su propia voz, de tal forma que desde las tribunas las demás bestias contemplaban el espectáculo que ofrecían los brutos de ambos sexos, ataviados con lujosos paños de vanidad. Los insultaban desde las gradas, pero en el fondo querían ser como ellos, igual como la hiedra sueña con ser muralla.
Por esos mismos días el ocioso espíritu del dr. Vicious se instaló en la selva a meditar sobre su vida, hastiado de los dobleces del hombre (que no eran otra cosa que los suyos). Ansiaba resolver las grandes preguntas que se formulan en las fogatas veraniegas, como por ejemplo si existen los ovnis o los aparecidos, qué hay un metro más allá del Universo, por qué Dios incluye al Diablo y por qué uno envejece menos si viaja a la velocidad de la luz. Sin embargo, como es sabido que dr. Vicious sufre déficit atencional, bien pronto el carnaval de los animales lo desconcentró y absorbió a tal punto que durante tres años no le quedó otra que maravillarse ante las historias que se le ofrecieron a sangre de pato a sus ojos y a sus oídos. Así las fue recogiendo a manera de fábulas, pues de no haber sido de tal modo no habrían pasado por verdaderas.

No hay comentarios: