jueves, 5 de agosto de 2010

El Sol les concede la palabra a los planetas

El Sol convocó a los planetas y les dijo: hablen ahora o callen para siempre. Los planetas se vieron sorprendidos por el llamado de su rey y al principio no hallaron qué hacer, mas pronto se ordenaron y conformaron grupos, no necesariamente amistosos.
Venus llamó a Mercurio, pero el pequeñito arrancó de susto y se perdió en la inmensidad. Mercurio era un espécimen influenciable, solo tenía ojos para el Sol y otro cuerpo lo volvía irascible. Pensaba así: "El universo soy Yo y esa Luz", porque según su forma de ver las cosas todo lo demás era mera comparsa.
Ante lo que interpretó como un desprecio, Venus se dio la vuelta y fijó sus ojos en la Tierra, que en ese momento contemplaba hipnotizada a Marte.
Sintió la Tierra el canto de sirena proveniente del lugar donde vienen los rayos del Sol y giró la vista. Descubrió las bellas formas del planeta y, extasiada, ya no miró a nadie más. Poco le duró la emoción: no bien oyó el carraspeo de Marte a sus espaldas se armó de valor y se dispuso a la batalla. Marte y Venus se mofaron de ella mediante señas y la bautizaron "La veleidosa", aunque no se lo dijeron.
Bien lejos de ese drama, Júpiter aprovechó el momento concedido por el Sol y con su grave voz impelió a Saturno a desprenderse de sus anillos para que ambos se abocaran de una vez por todas al tema de cómo derrocar al astro rey. "De acuerdo estoy con sus planes, Maestro, mas no me pida renegar de mi personalidad para llevarlos a cabo, ya que sin mis preciadas argollas sólo me convertiría en su sombra", argumentó Saturno. Júpiter lanzó unos exabruptos y volvió a sus estudios.
Urano y Neptuno hablaron a tientas en su mundo de hielo y de tinieblas. De lo que se dijeron ambos nadie se enteró y así sus palabras, que pudieron tornarse inmortales, pasaron a ser intrascendentes.
Casi al borde del sistema, Plutón soltó un chillido.
-No te metas en peleas de perros grandes -lo reconvino el Sol.

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