miércoles, 12 de mayo de 2010

Circe, Ulises, su hogar

Harto de saborear sus besos, Ulises quiso volver a su hogar. Se lo admitió con esas mismas palabras a Circe una mañana de sol, ante el mar calmo. La bruja lo llevó a su morada escondida entre unas rocas y gozó de él tres veces, y luego lo dejó ir.
Las velas se desplegaron, Circe derramó unas lágrimas y le dio la espalda. El cielo se cubrió de un manto negro, Ulises entró a una borrasca y su nave se perdió en la niebla.
Pasaron los años.
Circe halló otro corazón y lo encadenó al pecado, le sacó chispas. Ulises arribó a su hogar y buscó a los pretendientes para matarlos. Pero el destino de su viaje de retorno era un villorrio somnoliento, una fila de casas de adobe pintadas con cal, donde con suerte un par de viejos mustios salía a la calle a comprar cecinas y verduras; más que eso no se veía.
Volvió a la nave; se la habían robado unos niños, le dijeron. Sobre las olas cercanas a la línea del horizonte se divisaba apenas la punta del mástil.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay viajes que no tienen retorno..Despedidas que son para siempre.

Un abrazo

Anónimo dijo...

gfd

Anónimo dijo...

¿gozó tres veces? a mi 4 o nada