lunes, 8 de junio de 2009

Las dos gotas de agua

Las fábulas no debieran tener un tinte trágico, sino alegre, infantil, porque al tratarse de vidas de animales se asemejan a las revistas de caricaturas. Menudo problema se le presenta entonces al autor para narrar la que sigue, una fábula melancólica que versa del amor sublime y donde incluso no aparecen animales.
Dos gotas de agua se vieron a través del vidrio y se enamoraron perdidamente el uno de la otra, al reconocerse como ellos mismos a través del reflejo. Nahtzir el goto, por así llamarlo, corría bien abajo y le faltaba poco para llegar al marco. Lozi la gotita cayó como un río salvaje y se contuvo cuando alcanzó su nivel, para mirarlo de frente. ¡Ay, tantos besos que se transmitieron, cómo lloraban de amor esos dos, la gotita y el goto!
Lozi vivía acechada del otro lado por un gotón viscoso que no la dejaba nunca en paz; ella no decía nada y Nahtzir no acertaba a comprender, mortificado por los celos. A éste a su vez lo rodeaba una familia de gotitas que lo protegían del viento, y Lozi lo entendía. Pero qué amor era ese, ¿un himno a la traición? ¡No, rufianes descreídos, amor puro, ese que escasea tanto hoy en día! Amor que deshacía sus partículas de hidrógeno y oxígeno para fundirlas en un solo ad aeternum.
Durante un tiempo no hubo más que el amor; luego la inmanejable diferencia de temperatura entre ambos lados del vidrio provocó que fueran resbalando a distinta velocidad, de modo que apenas pudieron distinguirse a la distancia. Las súplicas llegaban disminuidas hasta que dejaron de oírse.
El amor no murió. Lo que hizo fue replegarse en su laguna de niebla. Las dos gotas de agua revivieron por un instante el prodigio de lo ideal, que es una de tantas definiciones que se da a este misterio de la vida.

1 comentario:

La lechucita dijo...

No muere , se repliega y se envuelve en una niebla de melancolía.... demasiada melancolía