lunes, 22 de junio de 2009

El caballo volador y su maestro el pequén

El cuerpo del caballo de carrera Catalino, que en el fondo era el cuerpo de cualquier caballo, no se prestaba para volar. Pero Catalino insistió tanto que el directorio del Club de Caballares de la Selva no halló otra salida que autorizarle su locura. Acabada la sesión destinada a debatir su exigencia fue llamado a firmar un documento que eximía de toda responsabilidad tanto al club como a sus socios. El caballo dormitaba en la sala de espera; tras ser informado de la decisión firmó sin entusiasmo. No había ido a eso, no había gastado su tiempo para que un grupo de caballos de linaje le dijeran lo que debía o no debía hacer y, como gran cosa, lo "autorizaran" a intentar algo que él haría de todos modos: volar.
El caballo había ido a pedir ayuda y no se la habían dado.
Volvió al establo, donde lo esperaban ansiosos el jinete Ochoa y el preparador Juan Cavieres. Esa tarde corrió su peor carrera y llegó séptimo, a seis cuerpos del sexto. Su mente estaba en otra parte.
Por la noche reunió a sus amigos y les comunicó su plan. Estos lo animaron y lo ayudaron a escapar. Al amanecer ya se hallaba al pie del monte, pidiendo hora al pequén. Éste se sorprendió gratamente de los sueños del equino y se propuso convertirlo en un eximio caballo-pequén. Las primeras lecciones fueron más bien sencillas. Debía el caballo pararse en las patas traseras y abrir y cerrar las delanteras durante diez minutos. Luego tenía que subir a una roca de un metro de altura y lanzarse al suelo abriendo y cerrando las cuatro patas.
Pasó una semana sin grandes avances, pero ni el caballo ni el pequén se dejaron abatir. Dedujo el pequén que si a Catalino le conseguía alas volaría cual Pegaso, pero ni los cóndores ni los ángeles se manifestaron dispuestos a prestarles las suyas.
Decididos a jugarse el todo por el todo, un buen día escalaron el monte hasta la cima y allí, con el abismo a los pies, el pequén le ordenó a su aprendiz que se subiera a caballo encima de él. "Afírmese Catalino -le advirtió- que vamos a galopar".
El caballo se agarró del pequén y ambos iniciaron el vuelo hacia los cielos mitológicos, pero con el peso cayeron como saco de papas y se sacaron la contumelia. El pequén expiró al instante, reventado. Catalino fue trasladado en ambulancia a la clínica equina, con múltiples fracturas de cráneo, extremidades y costillas, que a la postre también le causaron la muerte.

1 comentario:

Fortunata dijo...

Se parecen a los sueños de Ïcaro...
al final estampados en el suelo...pero lo importante no es el resultado si no el proceso de perseguir los sueños.

Besos