viernes, 3 de julio de 2009

La rana, el jabalí y el burro

La rana padecía de una extraña perversión: le gustaban los animales. De nada le sirvieron sus visitas a la iglesia ni al diván. El mandato que provenía de su mente era más poderoso que la fuerza de su voluntad. Padre Mantis le leyó entero el libro sagrado que anunciaba torturas insoportables para quien se saliera de sus páginas; doctor Búho la sumergió en honduras de las cuales emergió flotando como si nada.
A sí misma se decía: si he vivido en el pantano, ¿qué tiene? De modo que cual princesa rusa una tarde volvió a internarse en el bosque y se puso a coquetear con un jabalí de patas negras. Era éste un mamífero de corto entendimiento, buen trabajador, animal sencillo y cariñoso. A la primera no se dio ni cuenta de las intenciones de la rana; después de un rato comprendió y lo encontró raro. De que se le pasó por la cabeza chiflarse a la insignificante locateli, se le pasó por la cabeza, pero de acuerdo con su naturaleza optó por seguir buscando trufas para sus patrones.
Ignorada por el objeto de su deseo, al ratito la rana yacía con un burro amoral que no tuvo piedad de ella y la partió por la mitad.
Fue sepultada al otro día sin gran ceremonial y en su epitafio se lee: "No tenía otro camino que éste".

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy interesante....Las ranita no parecia muy observadora y se dejo llevar por su pasión y ser destrozada por un burro, o, ¿fue un instincto destructor para amainar el dolor del rechazo que se dejo aplastar de ese modo por el burro?
pero como reza el epitafio "no tenia mas camino que este"

Un abrazo