martes, 28 de julio de 2009

El topo

El topo cavó un sinnúmero de galerías, a pesar de lo cual falleció con la sensación de que su vida había sido incompleta. Pero no lo enterremos tan temprano. El topo fue siempre fuerte y ágil, rechoncho y ciego, salvo en los meses previos a su muerte, en que su salud decayó y recobró la vista. De niño cavaba por cavar y sus galerías se parecían a los dulces de colores que venden en las plazas; de adulto los túneles se hicieron exactos y mezquinos; de viejo quiso adentrarse hacia galerías densas e incomprensibles y cuando las halló no supo qué hacer: no eran sus galerías, sino las de otros topos, y justo se topó con ellas cuando era tarde para el inicio de un proceso de aprendizaje racional.
Tras asomarse a este extraño tipo de construcciones -extraño para él, que siempre edificó en su estilo- sintió una angustia inefable y se puso a correr hacia la superficie de la tierra, pero a medio andar reparó en que no sacaba nada con la fuga, pues llevaría en su mente estrecha de topo la visión de lo nunca antes visto y de esas imágenes no podría zafarse jamás, de modo que devolvió sus pasos, entró a la galería incomprensible y comenzó a transitar por ella, como fantasma decaído, pero a la vez maravillado de sentir lo que nunca se le ocurrió sentir y de ver lo que nunca había visto, luces radiantes que embellecían las filigranas barrocas dibujadas en las paredes, y luego paredes lisas como patas de zancudo y después salas circulares que se comunicaban mediante escaleras de caracol y llegaban hasta el mismo núcleo de la tierra, mas no entendía nada; era una galería múltiple hecha por otro más grande que él y lo más probable es que ese otro fuese otra, se notaba en los detalles.
El topo aprendió bastante en esos días postreros. Aprendió a ser débil y feo, a someterse al designio de los dioses, y sobre todo a entender que no entender es quedarse corto en la maqueta, es un problema de arquitectura, como esas casas a medias que se ven en las ciudades peruanas.
A pesar de los paisajes que le fueron regalados, nunca más se adentró en profundidades que no le pertenecían. Esperó la visita de la diosa negra casi a la entrada de su viejo túnel de la infancia.

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