jueves, 12 de febrero de 2009

La rata y el loro

Una rata convenció a un loro de abordar como polizones un barco pirata. Incluyó en su argumentación el baúl de galletas, el tonel de vino y los tres quintales de azúcar que con sus propios ojos había visto ingresar a la nave el día anterior. Agregó la posibilidad de aprender nuevos idiomas. El loro, que sólo dominaba el español, y a medias, no vio desventajas en la propuesta y escapó de su jaula, no sin ayuda del roedor.
Zarparon con rumbo desconocido junto a la siniestra tripulación. No tardó el loro en salir de su escondite y hacer buenas migas con el capitán del barco, un somalí de pata de palo. A los pocos días el loro ya hablaba somalí. El capitán lo nombró vigía y le encargó la estratégica misión de avistar a los buques petroleros que surcaran el océano. Cada mañana el loro se echaba a volar y volvía al atardecer con noticias y a pesar de que éstas eran siempre malas, el capitán lo recompensaba con tres galletas y un vasito de vino con azúcar.
La rata, a todo esto, enflaquecía.
Llevarían unos quince días navegando cuando el loro volvió con buenas noticias después de almuerzo. La batalla fue encarnizada, ya que la confederación de buques petroleros había adoptado medidas ante la proliferación de asaltantes en su zona de navegación. El barco pirata naufragó, todos sus hombres murieron, la rata pereció ahogada y el loro salió arrancando.
El plumífero le resultó simpático al capitán del petrolero, quien lo adoptó como mascota, y se cuenta que influyó bastante para que en menos de un año vistiera uniforme de cabo primero.

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