viernes, 6 de junio de 2008

El perro cirujano y su paciente el gato

El gato Osmán se sentía enfermo; le dolía el esófago y acudió al doctor. Casi se cae de espanto cuando un perro le abrió la puerta. Era el doctor Can Severo, de especialidad cirujano. Al gato se le quitaron de inmediato los dolores, pero ya que estaba ahí, y con la cuenta pagada de antemano, entró a la consulta, castañeteando los dientes. El doctor Severo lucía unos buenos colmillos y tanta academia tal vez no hubiese sepultado del todo a su naturaleza, temía el gato. Sin embargo, pronto descubrió que estaba en buenas manos. Del perro original nacido a los pies de un arbusto no quedaban casi recuerdos en el médico. Éste lo atendió amablemente, lo que provocó en el gato el instantáneo renacer de sus dolores. Me duele aquí, debajo de la garganta, le explicó. El doctor Severo examinó y palpó unos minutos en silencio; luego dictaminó con la certeza de un galeno: hay que operar.
En el pabellón, entre tijeras, algodones y bisturíes, Can Severo no dejaba de silbar, no de placer sino de sorpresa. Con la sapiencia del maestro instruía a sus ayudantes: miren aquí, ¿creerían antes de ver esto que se trataba de un gato? Y acá, ¿esperaban hallar un músculo así? Y estos anillos, ¡ni se sospechaban por fuera, pero cuán importantes son para este animal!
El gato se mejoró y a los 15 días ya correteaba en los tejados. Les perdió el miedo a ciertos perros, pero años más tarde eso le costó caro, ya que un can bellaco que se las daba de banquero lo dejó en la ruina. El doctor Severo continuó con su noble misión de velar por la salud de los enfermos y acrecentó su fama. En cuanto a los ayudantes, éstos extrajeron una valiosa lección, a saber: que no hay que formarse una idea de los gatos viéndolos por fuera, es preciso conocer su anatomía por completo antes de emitir un juicio decente.

1 comentario:

Fortunata dijo...

Como dice el refrán ..."las apariencias engañan"...mejor seguir mirando.

Un abrazo, amigo mio