martes, 15 de abril de 2008

La pulga, la mosca y el ratón en la cápsula espacial

Una pulga, una mosca y un ratón subieron de polizones a un cohete con tres astronautas, destinado a la luna. La mosca se metió para callado en un pliegue del traje de Mark Joness, con dos eses; la pulga ingresó de zapato Armani y sombrero Montecristi junto a los astronautas, de lo más chic. Las imágenes no la captaron porque -transmitidas desde abajo- sólo consiguieron registrar el saludo de los héroes. En cuanto al ratón, se las ingenió para escalar hasta el borde de la cápsula y apenas se abrió la puerta, o compuerta, entró y se ubicó en un rincón oscuro.
Partió la nave y vino la primera desgracia: el ratón tenía la cola tan larga que una parte le quedó afuera y se fulminó en segundos, de modo que de la pura vergüenza pasó todo el viaje escondido en su rincón y no pudo levitar, que era lo que él quería. Y aunque hubiese querido, no habría podido hacerlo, porque la cola restante estaba atrapada en la puerta, o compuerta.
La mosca pasó el vuelo entero con dolor de cabeza, por problemas de presión. Cuando la cápsula bajó a la luna, salió volando y depositó miles de huevos en una roca lunar. Segundos después expiró, recocida. Quiso el destino que la roca fuese recolectada por Wilfrid Stigler en su famoso paseo lunar. De allí que este autor sea el único que esté en condiciones de afirmar que el descubrimiento de vida en la luna es falso, pues los huevos corresponden al malogrado díptero terrícola. Una ampliación de la imagen de la caminata muestra un puntito negro brillante que se posa en la roca, que los científicos han confundido con polvo lunar arrastrado por los pequeños vientos artificiales originados por los gases emitidos desde las toberas de la cápsula. Lamentablemente el cuerpo de Stigler tapa un humito que se desprende del lugar donde fallece la mosca, pero una voluta se podría apreciar, otorgando el beneficio de la duda, en la sección ubicada a la altura de su rodilla derecha.
La pulga fue la más afortunada de los tres. No salió de la cápsula y volvió a la tierra con una figura Rubeniana, rebosante de salud. Cuando sus amigas le preguntaron por el viaje se hizo de rogar y luego se mandó las partes, pero la verdad fue que apenas pudo ver la luna por la ventana.
A los astronautas también les hicieron preguntas de rigor. Ferdinand Volwutt dijo a la prensa:
-Como que de repente sentía que me picaba una pulga.
-¡Yo también! -agregó Stigler, riendo.
¿Cómo lo hizo nuestra amiga sifonáptera para meterse en los trajes? He allí un misterio más para la ciencia.

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