martes, 26 de agosto de 2008

El sapo mirón se hace vegetariano

Posado en un nenúfar el sapo mirón pasó la vida. Si el nenúfar declinaba en su energía, saltaba a otro nenúfar. De noche croaba como todos, de día dormía debajo del nenúfar, protegido de la ronda mortal del águila rapaz e insolente. De noche su cuerpecito verde tentaba a búhos y lechuzas. De día se hizo viejo y fue devorado: un amanecer se transpuso y no alcanzó a meterse a la charca; lo apresaron unas garras filudas y se lo comieron.
Cuántas cosas vio en su vida el sapo mirón. Las registraba en su cabeza como una máquina fotográfica. Buenos ojos, los del sapo, qué buenos ojos tenía. Si le abren la cabeza le sacan varios rollos fotográficos.
Le gustaban las polillas porque eran de una talla S muy sustanciosa. Las moscas y los zancudos eran menos que un tentempié. Para un Dieciocho fue al supermercado y se compró un matapiojos. Lo asó en la parrilla para él solo, pero al comérselo se atragantó: el matapiojos se le cruzó en la garganta y no había forma de sacárselo. Lo llevaron de urgencia a la posta para practicarle una traqueotomía y de no ser por la habilidad del cirujano el sapo habría expirado. Se salvó por minutos. Desde ese día se hizo vegetariano, pero croaba por el hoyito que le dejó el doctor. Pasaron varios meses antes de que éste se cerrara. Entonces volvió a ser el mismo de siempre, con la excepción de que mantuvo su costumbre vegetariana.
La naturaleza lo colmó de bendiciones, pero bien miradas no eran tantas. Posarse y mirar. Registrar en la memoria. La indiferencia. La apatía. Frialdad de trato. Cazador de presas menores. Voluntad para sacarse el vicio de los matapiojos (aunque allí pudo primar el miedo que experimentó al atragantarse, lo que hace pensar que tal vez la voluntad se alimenta del miedo, he aquí la moraleja escondida en esta fábula).
Se cuenta que durante las primaveras nocturnas el sapo mirón se pasaba los tres meses con los ojos abiertos. Una de esas noches vio pasar al ejército de langostas que ese verano liquidó el paisaje. No le dijo a nadie. Se guardó la visión para sus adentros. De chico fue un sapo deshumanizado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

..... La voluntad se alimenta con el miedo.... No sé, no sé... Para mi que a el sapo mirón no se le puso delante un matapioojos jugoso que le guiñara los ojos, que se paseara contoneandose delante de sus narices y el tufo de su cuerpo le llamara.... Así no pudodarse cuenta de que la voluntad se alimenta de la falta de tentaciones sabrosas....